No todo es guerra estos días. También estamos los que buscamos construir un mundo mejor. Lo digo porque hoy, 3 de marzo de 2022, se publica un nuevo libro (en formato tapa blanda, eBook y audiolibro) en el que me he dedicado en cuerpo y alma a intentar dar herramientas para mejorar la salud poblacional: «Come mierda. No comas mejor, deja de comer peor» https://juliobasulto.com/come-mierda/

 

A continuación os detallo lo más importante del libro, pero como acabo de subir un vídeo a mi cuenta de YouTube reseñando lo más importante, lo pego aquí y justo debajo sigo con el texto.

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Decía José Saramago que “Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay”. Si miramos de cerca los aspectos relacionados con la salud y la nutrición entenderemos que hay motivos de sobra para ser pesimistas e intentar cambiar el mundo. ¿Tan grave es la situación para que tener que usar en el título de un libro la palabra “mierda”? Sin lugar a dudas. Cerca del 60 % de los españoles presentamos un exceso de peso que aumenta seriamente las posibilidades de sufrir una larga lista de patologías. Sabiendo el papel clave que desempeña la mala alimentación tanto en la obesidad como en las enfermedades crónicas, ha llegado el momento de llamar a las cosas por su nombre. “Mierda” se puede definir, según la RAE, como “cosa mal hecha o de mala calidad”. Y buena parte de los “alimentos” que comemos (en concreto, el 31,7 % de la energía que tomamos) son ultraprocesados, claramente relacionados con un mayor riesgo de mortalidad prematura, así que no parece muy exagerado afirmar que comemos bastante mierda. De ahí surge la idea del libro “Come mierda”, que verá la luz mañana (3 de marzo de 2022).

Una nueva investigación, tan reciente que no aparece citada en el libro, coincide con lo allí descrito. Michael J Orlich y colaboradores (entre los que se cuenta la reputada investigadora española Ujué Fresán) han constatado que el consumo de ultraprocesados aumenta significativamente el riesgo de diversas causas de muerte, tras ajustar por variables de confusión. Pese a que, como era de esperar, la carne roja aumentó el riesgo de mortalidad (incluso en personas donde su consumo era mínimo), lo cierto es que las personas vegetarianas con una ingesta frecuente de ultraprocesados también presentaron un riesgo elevado de mortalidad prematura. Clara Jiménez Cruz (cofundadora y CEO de Malidta.es) lo deja bien claro en la contundente reseña que ha hecho de “Come mierda”: “el consumo de ultraprocesados está generando una sociedad con mayor obesidad, menor esperanza de vida y más probabilidades de desarrollar enfermedades como el cáncer o la diabetes”.

Estamos ante una realidad que se desmorona a cámara lenta. La cifra de fallecidos a causa de una mala alimentación asciende a 11 millones al año, y no parece que la situación vaya a mejorar. Por eso la doctora Clotilde Vázquez manifiesta en su reseña del libro que “informarse bien y actuar es absolutamente urgente”. Y por eso en 2019 la doctora Guadalupe Sabio denunció que “Hacen falta medidas más drásticas contra la obesidad«. Entre otros motivos porque, según acaban de demostrar Ashraful Kabir y colaboradores (BMJ Open. 2022 Feb 9;12(2):e060387), el sistema sanitario no podrá afrontar la creciente carga de las enfermedades no transmisibles (como diabetes, cáncer, enfermedad pulmonar crónica o enfermedad cardiovascular). Las causa, sobre todo, un mal estilo de vida. La investigación cita factores de riesgo ampliamente conocidos, como el tabaquismo, la ingesta de sal, la inactividad física, el consumo de alcohol y, por supuesto, la mala alimentación.

En cuanto al subtítulo del libro (“No comas mejor, deja de comer peor”) surge de la siguiente observación: tiene más sentido explicar a la población qué alimentos conviene que no formen parte de sus menús que insistir exclusivamente en que aumente su ingesta de productos sanos. Lo confirmó el metaanálisis de Romain Cadario y Pierre Chandon que observó que las intervenciones dirigidas a realizar cambios alimentarios son más efectivas si van dirigidas a reducir la ingesta de productos malsanos que a aumentar el consumo de alimentos saludables. Otra investigación reciente, la de Kathryn Demos McDermott y sus colegas, refuerza esta tesis: es menos efectivo promover los beneficios de la alimentación saludable y la actividad física que pedirle a la gente que se concentre en prevenir las consecuencias de las elecciones no saludables. En el estudio, promocionar los beneficios de las opciones saludables no fue de utilidad, mientras que enfocarse en la prevención de las consecuencias de los hábitos malsanos se tradujo en un mayor autocontrol y en una pérdida de alrededor de un 50 por ciento más de peso. Como expone el periodista Baltasar Montaño en su libro “Sin billete de vuelta”, es más importante lo que no pones en la mochila que lo que pones en ella. Y quien dice mochila, dice lista de la compra.

En todo caso, no podemos culpar a la población de sus malos hábitos. Vivimos en un entorno obesogénico (que genera obesidad), que dificulta comer bien y a un precio asequible, y que facilita hasta el infinito el acceso a productos malsanos. Por eso la doctora Maria Neira, directora del Departamento de Salud Pública de la Organización Mundial de la Salud, revela en la valiosa reseña que ha hecho del libro que vivimos en un “mar confuso de oferta despiadada de malos alimentos, de falsas creencias y mucho aficionado”.

 

Es más, los conocimientos dietético-nutricionales de la mayor parte de personas impiden tomar decisiones bien informadas, que son las únicas que se toman libremente. En el libro leemos que “Nos rodea un cóctel explosivo formado por combustibles como una enorme oferta de productos malsanos, un marketing depredador, el desconocimiento generalizado sobre aspectos nutricionales por parte de la población, el manejo de conceptos obsoletos por parte de las administraciones, el desinterés de los tribunales y un incumplimiento masivo de las normas de publicidad de alimentos, a pesar de estar hechas por la propia industria”. Abundó en esta cuestión el texto “La culpa de que los niños coman tan mal, ¿es de los padres?”.

Por eso quizá la parte más importante del libro es la dedicada a quienes toman decisiones relacionadas con nuestra salud. Así, en el apartado “Legislación insuficiente (¡refuercen las políticas públicas!)” se justifica que “Es imprescindible implementar políticas públicas que sean integrales y que tengan en cuenta todas las intervenciones que recomiendan a los responsables políticos las entidades de referencia. Deben abordar, entre otros, aspectos como las asimetrías de poder, los conflictos de interés, la captura corporativa, el precio, la disponibilidad y la publicidad de los productos malsanos (sobre todo el alcohol y los alimentos infantiles), la lactancia materna, la alfabetización nutricional, el fomento del autocuidado, la disminución en el consumo de carne, los impuestos a productos malsanos, la reducción en los niveles de azúcar y sal, etcétera”. De ahí que sea tan importante tener en mente esta frase de Patricia Fernández de Lis (redactora jefa de Ciencia en El País): “las multinacionales llevan años vendiendo productos malsanos, con la connivencia de las autoridades”. Aparece en su valiente reseña de “Come mierda”

Sea como sea, no está todo perdido. Podemos tomar conciencia de nuestros hábitos y comer más comida y menos cantos de sirena. Eso incluye, como se detalla en el libro, “cantos de sirena ecológicos (no son más sanos ni está claro que sean más sostenibles), quimiofóbicos (los niveles de residuos en alimentos no son preocupantes), veganos (la dieta vegana es compatible con la salud, pero hay cada vez más productos veganos ultraprocesados malsanos), y submarinos (consumir pescado es compatible con la salud, pero no debemos basar la dieta en pescado)”. Es difícil hacer frente al marketing depredador que nos rodea, pero no es imposible. Dado que el marketing se conoce por sus 4 pes (publicidad, producto, punto de venta y precio), propongo tener en mente otras 4 pes: pensar, planificar, perseverar y prescindir.

Según explica en el prólogo la periodista Laura Caorsi, el libro no es más que una herramienta para que la población vea lo oculto, para “entender y descubrir lo que hay detrás del panorama cotidiano. A mirar con ojos nuevos los paisajes que nos sabemos de memoria”. El abogado Francisco José Ojuelos añade en el epílogo que “la situación es para poner el grito en el cielo, para indignarse, o incluso para proferir un exabrupto. Por eso se publica este libro, porque hace una falta inmensa llamar la atención y hacerlo con criterio”. Por su parte, Carles Mesa (director del programa “No es un día cualquiera” en Radio Nacional de España) proclama en su reseña del libro que es necesario “avanzar hacia una sociedad más sana, crítica y sostenible”.

Que así sea.

 NOTA IMPORTANTE (errata): Susana Córdoba me comunica (¡gracias!) que hay una errata en esta primera edición del libro (que aparecerá corregida en siguientes ediciones). La leyenda de la Gráfica 1, que aparece en la página 41, está al revés. Así, el color gris clarito debería corresponder a “Resto de alimentos” y el color gris oscuro a “A partir de alimentos ultraprocesados”. Mis disculpas.

 

 

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