Como seguramente ya saben, últimamente he dedicado bastante tiempo a intentar desmentir las grandilocuentes promesas que suelen acompañar a una propuesta dietética de moda llamada «ayuno intermitente». Hoy hablaré brevemente de nuevo de dicha propuesta, pero antes les ruego, si no lo han hecho ya, que lean:

1.- El artículo que redacté sobre este tema para el espacio «Nutrir con ciencia» de «Materia», la sección de ciencia de El País. Su título es «¿Es bueno para la salud el ayuno intermitente?«.

2.- El texto, que publiqué en este mismo blog, titulado «Ayunar del ayuno intermitente«, así como las posdatas que he ido añadiendo al final de dicho texto.

El caso es que, quizá a causa de posicionarme sobre esta cuestión, decenas de personas me han preguntado mi opinión acerca de una revisión narrativa de Rafael de Cabo y Mark P. Mattson recientemente publicada en la revista New England Journal of Medicine (NEJM) y centrada en el ayuno intermitente. Su título es «Effects of Intermittent Fasting on Health, Aging, and Disease» (de Cabo R y Mattson MP, 2019).

Antes de escribir mi opinión, les ruego que escuchen unas declaraciones sobre este estudio que compartió en el espacio «Vida Sana» del programa «No es un día cualquiera» (Radio Nacional de España) el nutricionista Eduard Baladia (coordinador la Red de Nutrición Basada en la Evidencia). Las pueden escuchar en el minuto 2:50 de este podcast:

A sus declaraciones conviene añadir lo que indicó en su cuenta de Twitter al respecto:

 

Me consta que Eduard Baladia y Rafael AlmendraPegueros han escrito una carta a la revista New England Journal of Medicine cuestionando la validez de varias de las afirmaciones contenidas en el citado estudio. Si se la aceptan y publican la compartiré aquí sin falta en una posdata.

Ahora sí, ¿qué opino? Además de suscribir y agradecer las palabras de Eduard Baladia, opino que nada de lo que se indica en la revisión narrativa de NEJM cambia un ápice mi opinión sobre el ayuno intermitente, dado que:

1.- No hay pruebas fiables en muestras representativas de humanos con un seguimiento mínimamente decente sobre la supuesta eficacia de esta propuesta para ninguna condición médica. Eso incluye, desde luego, la obesidad, la diabetes, la enfermedad cardiovascular, el cáncer, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, el asma, la esclerosis múltiple o la artritis. Tampoco hay tales pruebas para asegurar que el ayuno intermitente aumente la longevidad o la calidad de vida. Sé que hay estudios observacionales que lo sugieren, pero ni son concluyentes ni nos permiten inferir causalidad.

2.- Igualmente (como he justificado en mis textos en El País y en este blog) existen datos observacionales que permiten sugerir que el ayuno intemirente puede generar trastornos del comportamiento en personas vulnerables. Por tanto, dado que no hay evidencia procedente de ensayos clínicos de los beneficios y tenemos datos observacionales de posibles beneficios y riesgos, hay que ser muy cautos antes de promocionar el ayuno intermitente.

La citada revisión narrativa basa sus consejos en estudios en animales (en absoluto extrapolables a humanos) y en ciertos estudios clínicos en seres humanos que, en sus palabras «have mainly involved relatively short term interventions, over a period of months». Pensemos ahora, por ejemplo, en la obesidad. ¿Aplicamos el ayuno intermitente a los 1900 millones de adultos que padecen sobrepeso u obesidad en el mundo (OMS, 2018) en base a investigaciones preliminares con pequeñas muestras no representativas de la población, que no han evaluado efectos adversos y cuyo seguimiento ha sido de unos pocos meses? No es ni responsable ni ético. Hacerlo, de hecho, supone un coste de oportunidad. Me explico.

Con «coste de oportunidad» me refiero a que el tiempo y esfuerzo dedicados a implementar esta propuesta (que, insisto, no cuenta con pruebas fiables de eficacia y seguridad) se restan al que se podría haber invertido en subir el volumen de un buen estilo de vida (lo que incluye una buena alimentación) o, en su caso, en pedir ayuda sanitaria en caso de ser necesaria (profesionales de la medicina y la psicología, dietistas-nutricionistas, licenciados/as en actividad física…). Un tiempo y un esfuerzo que pueden generar, además, una falsa sensación de seguridad que se traduzca en una desinhibición inconsciente de los malos hábitos de vida («como ya estoy haciendo el esfuerzo de ayunar, puedo seguir fumando, bebiendo, comiendo fatal o siendo sedentario»).

No olvidemos que, dado que es una propuesta de moda que se acompaña de exageradas promesas, numerosas personas se sentirán, tras no pocos sacrificios, frustradas e incluso culpables al no conseguir el objetivo perseguido.

Nota: muy agradecido a la nutricionista Maria Manera por sus aportaciones.

 

Posdata (8 de abril de 2020): acabo de toparme con un tuit que publiqué el 5 de abril de 2018, que viene muy al caso, así que aquí va de nuevo.


Posdata 2 (24 de mayo de 2020). Acabo de publicar un artículo comentando un reciente metaanálisis sobre esta cuestión. Lo he titulado: «Mirando de cerca un metanaálisis sobre ayuno intermitente«.

Posdata 3 (30 de septiembre de 2020). Gracias a un aviso de Juan Camilo Mesa (@MesaconS) he sabido de un estudio que ha comparado el efecto de comer tres veces al día, de forma estructurada, con realizar el ayuno intermitente. ¿Resultado? Sin diferencias entre ambos grupos con respecto a la pérdida de peso (Lowe DA, et al. JAMA Intern Med. Published online September 28, 2020), pero el grupo control perdió más masa muscular. He ampliado esta cuestión en el texto «Ayuno intermitente, masa muscular y principio de precaución«.

Posdata 4 (22 de octubre de 2020): en mayo de 2020 se publicó en la revista Nutrients una revisión sistemática sobre ayuno intermitente y rendimiento deportivo, cuya primera firmante es Joana M Correia. En mi opinión, lo más importante que debemos tener en cuenta de dicha investigación es lo siguiente: hay pocos estudios, heterogéneos, la mayoría sin grupo control, muchos no informan sobre tamaños del efecto o poder estadístico, ninguno en una muestra representativa, no se ha evaluado bien la posible pérdida de masa muscular y puede existir en muchos estudios sesgo de publicación. En suma, afirmar que el ayuno intermitente mejora el rendimiento deportivo es pura invención. Fuente: Correia JM, Santos I, Pezarat-Correia P, Minderico C, Mendonca GV. Effects of Intermittent Fasting on Specific Exercise Performance Outcomes: A Systematic Review Including Meta-Analysis. Nutrients. 2020 May 12;12(5):1390. doi: 10.3390/nu12051390. PMID: 32408718; PMCID: PMC7284994.

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