El sueño de los azúcares añadidos produce monstruos.

No son lo mismo, pero son igual de perjudiciales. Un «azúcar naturalmente presente» puede, si es libre, tener el mismo efecto metabólico que un «azúcar añadido». La buena noticia es que son bastante fáciles de señalar. La mala es que no todos los divulgadores e incluso científicos (por no hablar de los responsables políticos) han asimilado la importancia de estos conceptos y de trasladarlos de forma asequible a la población. Como veremos, la industria de productos alimentarios malsanos utiliza el concepto «azúcares añadidos» para colar productos malsanos con azúcares libres naturalmente presentes, y nos cuela el concepto «sin azúcares añadidos» para hacer pasar por saludables productos que tienen una cantidad increíble de azúcares nocivos: los azúcares libres. Veamos.

 

Desde 2016, las etiquetas de los alimentos de Estados Unidos contienen un nuevo concepto en la sección de ‘información nutricional‘: los azúcares añadidos. Hace referencia al azúcar añadido por el fabricante, ya sea azúcar de mesa (o cualquiera de sus muchos sinónimos) o al procedente de miel (sí, miel), jarabes, o zumos/jugos o extractos de frutas o verduras.

 

La Food and Drug Administration (FDA) tiene más información sobre esta cuestión en su documento ‘‘What Are Added Sugars and How Are They Different from Total Sugars?’ en el que leemos, entre otras interesantes cuestiones, que no existen recomendaciones sobre cuánto azúcar necesita nuestro cuerpo (porque simple y llanamente no lo necesita) y que las principales fuentes de azúcares añadidos en Estados Unidos son las bebidas azucaradas, los productos horneados, los postres y los dulces.

 

La idea de añadir en las etiquetas el concepto ‘azúcares añadidos’ es buena, pero no es la mejor. Digo que es buena porque según cálculos recién publicados por Mengxi Du y colaboradores en la revista JAMA network open (abril de 2021) esta medida podría traducirse en una reducción de 30.000 nuevos casos de cáncer y 17.100 muertes por cáncer, y en un ahorro de 1.600 millones de dólares en costos médicos asociados con la atención del cáncer entre los adultos estadounidenses a lo largo de la vida. También se ahorrarían 704 millones de dólares desde la perspectiva social y 1.590 millones de dólares desde la perspectiva de la atención médica. Si además la industria alimentaria reformulara sus productos para tener menos azúcares añadidos, se duplicaría el impacto de los cálculos recién citados (JAMA Netw Open. 2021 Apr 1;4(4):e217501).

 

Pero he dicho que aunque la idea es buena, no es ni mucho menos la mejor. Por dos razones. La primera es que los azúcares de los zumos de fruta no se tienen en cuenta dentro del concepto ‘azúcares añadidos’. Se trata de azúcares libres, que sabemos que contribuyen a las tasas de caries, obesidad y otras patologías crónicas… tanto como los azúcares añadidos. Y la segunda razón la encontraréis en el siguiente tuit:

 

¿Cómo puede ser que una bebida de avena legalmente pueda presumir de no tener azúcar añadido, y en realidad tener tanto azúcar como una Coca-Cola? Y ¿cómo puede ser que unos cereales para bebé sin azúcar tengan un 28% de azúcar? Porque el fabricante ha ‘torturado’ los hidratos de carbono presentes de forma natural en el alimento mediante, por ejemplo, la hidrólisis enzimática (Nutrients. 2019 Feb 23;11(2):473), hasta convertirlos en azúcares libres.

En suma, la medida de la FDA está bien, pero estaría muchísimo mejor si nos hablaran de azúcares libres, en vez de azúcares añadidos, tal y como aconsejaron David J Mela y Elizabeth M Woolner en 2018 (Adv Nutr. 2018 Mar 1;9(2):63-69) o Birdem Amoutzopoulos y colaboradores en 2020 (Nutrients. 2020 Feb 1;12(2):393).

Tenéis más información sobre azúcares libres, azúcares añadidos y (sobre todo) azúcares intrínsecos (los presentes de forma natural, por ejemplo, en frutas y hortalizas no modificadas), en los textos El zumo de fruta no es ‘fruta’, ni siquiera si es casero y ¿Por qué no engorda la fruta, si tiene azúcar?, así como en el libro Beber sin sed coordinado por el pediatra Carlos Casabona.

 

Nota: muy agradecido al abogado Francisco José Ojuelos (experto en derecho alimentario y autor, entre otros, del muy recomendable libro «El derecho de la nutrición«) por su ayuda en la redacción de este texto.
Posdata 1 (29 de mayo de 2021). Un nuevo estudio ha constatado que mientras que los azúcares libres elevan los triglicéridos, el resto de carbohidratos los disminuye. Rebecca K Kelly et al. Arterioscler Thromb Vasc Biol. 2021 May 27:ATVBAHA120315628. Epub ahead of print. Disponible en: http://pubmed.gov/34039019

Posdata 2 (4 de noviembre de 2021): el pasado 22 de julio, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas en inglés) concluyó, en un documento centrado en la evaluación del nivel máximo de ingesta tolerable de azúcares alimentarios, que no existe un consumo seguro de azúcares añadidos («Safety of dietary sugars«). Aconsejo revisar, para ampliar esta cuestión, el «Comunicado del Consejo General de Colegios Oficiales de Die-tistas-Nutricionistas (CGCODN) en relación al Proyecto de dicta-men científico sobre el nivel máximo de ingesta tolerable de azúcares alimentarios de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA)«.

Posdata 3 (3 de noviembre de 2022): en 2018 publiqué este texto, relacionado con lo aquí descrito: «Las personas con diabetes (tipo 1, 2 o gestacional) conviene que tomen fruta«.

Posdata 4 (15 de febrero de 2023): acabo de publicar un texto sobre esta cuestión, titulado «Ni todos los carbohidratos son dañinos, ni todas las montañas son peligrosas«.

Posdata 5 (9 de marzo de 2023). Acabo de publicar otro texto, también relacionado con este tema, en esta ocasión titulado «¿Qué pasará si damos dátiles o uvas pasas a personas con diabetes tipo 2?«.

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