La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó en 2003 que tomar una gran cantidad de “azúcares libres” (luego hablo de ellos) incrementa el riesgo de obesidad y amenaza la calidad nutricional de la alimentación ya que aportan mucha energía pero muy pocos nutrientes. La OMS  recomendó, por tanto, restringir su uso a no más del 10% de nuestra ingesta calórica. En 2015 añadió que lo idóneo es que la cifra sea inferior al 5%. ¿Esto se aplica también de la miel? ¿El contenido vitamínico y mineral de la miel es sustancialmente mayor que en el azúcar blanco? ¿Tiene la miel alguna mágica propiedad? Veamos.

He hablado de “azúcares libres” sin definirlos. Así que allá voy. Esta expresión hace referencia, según la OMS, a “los monosacáridos y disacáridos añadidos a los alimentos por el fabricante, el cocinero o el consumidor, más los azúcares presentes de forma natural en la miel, los zumos de frutas y los jarabes, no incluyéndose a los provenientes de la fruta entera”. Así que los azúcares de la miel, de momento, no parecen muy diferentes a lo que tenemos en el azucarero de casa. Revisemos pues otros nutrientes.

La cantidad de vitaminas y minerales en la miel es irrisoria. Legalmente, para poder afirmar que un alimento es “fuente” de una vitamina o mineral, 100 gramos de dicho alimento tienen que cubrir como mínimo el 15 por ciento de las recomendaciones, tal y como detalla con mucho criterio el dietista-nutricionista y biólogo Juan Revenga (@juan_revenga) en su blog. Para cubrir el 15 por ciento de las recomendaciones de cualquier nutriente con miel deberíamos tomar no 100 gramos, sino muchísimo más. Veamos dos ejemplos. El contenido en Tiamina (vitamina B1) de la miel es cero miligramos. Así, 100 gramos de miel aportan el cero por ciento de las recomendaciones de ingesta de Tiamina. El contenido en Niacina (o vitamina B3) de la miel es 0,121 miligramos. ¿Supondrá dicha cifra el 15 por ciento de las recomendaciones? Pues no, supone el 0,8 por ciento de las recomendaciones. Es decir, deberíamos tomar casi dos kilos de miel cada día para cubrir el 15 por ciento de las recomendaciones de ingesta de Niacina. Te aconsejo encarecidamente que no lo hagas.

Además de vitaminas y minerales, hay quien afirma que la miel tiene propiedades “sanadoras”. Los pocos estudios que han evaluado este punto no sustentan dichas supuestas propiedades, y eso tras obligar a los voluntarios a tomar ingentes cantidades de miel. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA en sus siglas en inglés), considera que la miel no produce ninguno de estos beneficios que le otorgan muchos terapeutas alternativos (o algunos vendedores de miel):

  • Propiedades antioxidantes
  • Efectos beneficiosos sobre el sistema inmune
  • Estimulación del metabolismo
  • Mejora de la salud respiratoria
  • Protección de las células del envejecimiento prematuro

Quien atribuya cualquiera de las anteriores propiedades (u otras por el estilo) a la miel, además de mentir, puede estar incurriendo en la ilegalidad: los dictámenes de la EFSA tienen carácter legislativo en toda Europa. Lo sí es seguro es que algo engañoso podríamos consisderarlo ilegal, como amplía el abogado Francisco José Ojuelos (@CriticaProcesal) en su blog, en un muy recomendable texto titulado «Si le parece engañoso, entonces le parece ilegal«.

Hay quien trae artículos científicos para hacernos creer que la miel puede mejorar nuestro sistema inmunitario. En tal caso, aconsejo encarecidamente leer el apartado «Miel para el resfriado» que escribí en el artículo «Ajo, miel y vitamina C, ¿ayudan a combatir el resfriado?«.

Es importante evitar la ingesta de miel en menores de un año. Dado que los métodos de procesado no pueden garantizar la ausencia de esporas de C. botulinum en la miel (que pueden causar botulismo, una intoxicación grave) el Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria recomienda que los niños menores de doce meses eviten la miel. Existe más información en el texto «Diez alimentos que no conviene darle a un bebé menor de un año«.

Para finalizar, un interesante estudio publicado en octubre de 2015 por la doctora Susan K Raatz y sus colaboradores en la revista The Journal of Nutrition concluyó que la miel eleva la glucemia, afecta negativamente al metabolismo lipídico e incrementa los marcadores inflamatorios de igual forma que lo hace el azúcar. Dediqué un tuit al estudio, como pueden comprobar debajo de estas líneas.

Floradix

 

Toma miel si te gusta, por supuesto. Pero no abuses de ella, porque aporta calorías vacías y es cariogénica.

P.D.  El nutricionista y científico Eduard Baladia detalló el 1 de mayo de 2018 que los supuestos beneficios de la miel para la tos (que cuestioné en el texto «Ajo, miel y vitamina C, ¿ayudan a combatir el resfriado?«) se diluyen a medida que aparecen nuevos estudios científicos. Pueden comprobarlo en el siguiente tuit:

 

P.D.2 (23 de agosto de 2020). Se acaba de publicar un estudio (BMJ Evid Based Med. 2020;bmjebm-2020-111336) que supuestamente muestra que la miel es beneficiosa para la tos. Sin embargo, según esta magnífica crítica del epidemiólogo Gideon Meyerowitz-Katz (y que he descubierto gracias a un tuit de Miguel Ángel Lurueña), el estudio no es válido por las siguientes razones: ha analizado estudios duplicados, existen errores numéricos, hay inconsistencias graves, varios cálculos están mal realizados, la evaluación del riesgo de sesgo es incorrecta (aseguran que existe bajo riesgo de sesgo, pero tal riesgo es alto), existe una falta de explicación del procedimiento de aleatorización, no se describe el cegamiento del personal clínico que entregaba a los pacientes miel o placebo (así, los sanitarios pudieron saber qué estaban tomando los pacientes), la heterogeneidad de los grupos entre los estudios es altísima (se mezcla miel con café, paracetamol, jarabe, difenhidramina, placebo o prednisolona). Esto último es grave porque, en palabras del doctor Meyerowitz-Katz: “no se puede combinar el efecto del café con la difenhidramina y esperar que tenga sentido, pero eso es lo que hicieron los autores”. Su reflexión final es clara: “la única conclusión real que puede sacar aquí es que tenemos muy poca idea de si la miel reduce los síntomas de la tos, y que la investigación es bastante problemática”.

 



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