Se acaba de publicar consenso de cuatro importantes entidades (American College of Lifestyle Medicine, American Society for Nutrition, Obesity Medicine Association, y the Obesity Society) sobre agonistas del receptor del péptido similar al glucagón 1 y medicamentos combinados (GLP-1). Es decir, sobre los nuevos fármacos para la obesidad, de los que hablé en enero en el texto «Nuevos fármacos para la obesidad y pérdida de músculo«.

En el documento leemos que tanto los desafíos del mundo real como el insuficiente conocimiento e implementación, por parte de sanitarios y población general, de intervenciones nutricionales y de estilo de vida, limitan la eficacia, la equidad y la relación coste-beneficio de los tratamientos con GLP-1.

A lo que debemos sumar, como indiqué en el texto antes citado, sus efectos secundarios. Un frecuente efecto secundario que se menciona en el consenso es la reducción del interés por la comida. Esto, que podría verse como algo positivo, no siempre lo es, dado que ello puede provocar que quienes toman estos fármacos:

1) Pasen varias horas sin comer, algo que puede causar desnutrición,

2) Una preferencia, en forma de efecto rebote, por alimentos ricos en azúcares y carbohidratos refinados (por demorar la ingesta hasta tener mucho apetito), algo que empeorará la calidad de su dieta, que comprometerá su salud y que se traducirá en un incremento de peso a medio o largo plazo, y

3) Una pérdida de calidad de vida debido a la disminución del placer que se obtiene de la comida (o con compartir dicho placer con otros) que puede provocar, además de cambios en el estado de ánimo, la interrupción de la medicación… con el consiguiente efecto rebote.

Sea como sea, leyendo el consenso se comprende que estos fármacos:

1) Presentan (además de la recién citada disminución por el interés por la comida) una larga lista de posibles efectos secundarios: gastrointestinales; deficiencias nutricionales debido a la reducción de calorías; pérdida de masa muscular y ósea; baja adherencia a largo plazo, con posterior recuperación del  peso perdido; y un coste elevado, con la consiguiente baja relación coste-efectividad.

2) Deben prescribirse junto con intervenciones sobre el estilo de vida (visitas grupales, asesoramiento de dietistas-nutricionistas, etc.) y un control (que, como las citadas intervenciones, en raras ocasiones se lleva a cabo) de aspectos como la ingesta alimentaria, las posibles deficiencias nutricionales, la realización de ejercicios de fuerza para preservar la masa muscular y ósea…

Por todo lo anterior podemos concluir que el uso generalizado de estos fármacos debería plantearse, evaluarse e implementarse con extrema cautela, tal como sugiere el principio de precaución. Algo que no se está haciendo.

Fuente: Mozaffarian D et al. Nutritional priorities to support GLP-1 therapy for obesity: A joint advisory from the American College of Lifestyle Medicine, the American Society for Nutrition, the Obesity Medicine Association, and the Obesity Society. Obes Pillars. 2025 Jun 3;15:100181.

 

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