El azúcar supone, según un nuevo estudio coordinado por Jayne Hutchinson, una tercera parte de la energía de los «alimentos» dirigidos a menores de 36 meses en España y en Dinamarca, Eslovenia, Estonia, Hungría, Italia, Malta, Noruega, Portugal y Reino Unido (Matern Child Nutr. 2020 Aug 30;e13020. Online ahead of print). Pongo «alimentos» entre comillas porque un producto con tanto azúcar no me parece digno del apelativo «alimento», y menos cuando se dirige a niños. De entre tales productos encontramos, por ejemplo, las papillas de cereales, los zumos de fruta y otros preparados de fruta para bebés, purés de verduras, lácteos azucarados, snacks para bebés e incluso golosinas para bebés.

¿Cómo se les queda el cuerpo? Pues a los bebés peor. Por, como mínimo, dos razones. La primera es que el elevado consumo de azúcares en la infancia se relaciona claramente con la caries dental (entre otros problemas bucodentales), con la obesidad y con un mayor riesgo de padecer patologías crónicas en la edad adulta (ej: enfermedades cardiovasculares o algunos tipos de cáncer). Y la segunda es que cuando los malos hábitos dietéticos o la preferencia hacia sabores dulces se instauran en la infancia, pueden persistir a lo largo de toda la vida… y dar comienzo al viacrucis de la obesidad.

Ojo, que en la investigación se constató que incluso alimentos aparentemente salados presentan un alto contenido en azúcar. Cuando un alimento procesado está buenísimo, sospechen.

¿Qué hacen mientras tanto nuestras autoridades sanitarias? Poco y mal. ¿Saben lo que acaba de ocurrir, por ejemplo, con el cacareado sistema de etiquetado denominado «Nutriscore»? Que tenemos ahora mismo productos como «Chocapic», con un 25 por ciento de azúcar, con un sello de color verde y una letra B. Algo que para el común de los mortales (y como saben mejor que nadie los fabricantes de dicho mejunje) significa «es sano».

 

 


¿Tendrá algo que ver lo anterior con ciertas «amistades peligrosas«? Sea como sea, para entender más a fondo el galimatías del dichoso Nutriscore, no dejen de leer este recomendable artículo de Juan Revenga: «Todo lo que necesitas saber sobre el Nutriscore y nadie te contaba«.

Volviendo al nuevo estudio, los autores proponen, lógicamente, reducir la cantidad de azúcares libres en alimentos infantiles comerciales (eso incluye los de los zumos de fruta). Pero también emiten propuestas inteligentes y apoyadas en evidencias científicas, como acabar con la promoción de productos malsanos dirigidos a niños, prohibir las golosinas para bebés o prohibir las denominaciones engañosas en productos para bebés. Añadiría que es urgente que se tomen tales medidas, que para luego es tarde.

Hace cuatro años, el abogado Francisco José Ojuelos, el nutricionista Eduard Baladia y la nutricionista Maria Manera y yo mismo nos preguntábamos lo siguiente en la Revista Pediatría Atención Primaria: «Azúcares en alimentos infantiles. La normativa española y europea, ¿a quién protege?«. Hoy nos seguimos preguntando lo mismo.

Bibliografía citada:

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