Artículo originalmente publicado en octubre de 2015  aquí en el blog “Espacio Abierto” (psicología y nutrición).

¿Le cuesta realizar cambios en su manera de alimentarse? ¿Le es difícil iniciar y sostener unos buenos hábitos de ejercicio físico? En tal caso será presa fácil de los vendedores de elixires, pócimas y mejunjes de toda clase (por qué no cuerno de antílope con escarabajos y sanguijuelas) que le prometerán el éxito y el poderío sin más esfuerzo que tragar unas cuantas pastillitas al día. Siempre que, eso sí, pague en metálico una suma nada despreciable de euros contantes y sonantes. Y es que pese a que cada vez sabemos con más certeza que ningún complemento dietético esconde el santo grial para perder peso, aumenta sin cesar la cantidad de población que los consume, para gran júbilo de las multimillonarias empresas que los venden. Es lo que se conoce como una “relación asimétrica”.

Incluso los complementos que en un principio parece que ejercen cierto beneficio (siempre pequeño), acaban  mordiendo el polvo cuando examinamos las investigaciones de cerca, como ha sucedido recientemente con el glucomanano. Pero en el título he puesto “peor que inútiles”. ¿Por qué? Porque pueden generar en la población una falsa sensación de seguridad que les permita ser indulgentes con sus hábitos de vida. Algo muy, pero que muy indeseable, sobre todo si no “funcionan” para lo que prometen.

Veamos, por ejemplo, una investigación publicada en agosto de 2011 en Psychological Science, que detalló lo siguiente:

“[…] debido a que la población percibe que los suplementos dietéticos confieren ventajas para la salud, su uso puede crear una sensación ilusoria de invulnerabilidad que desinhiba conductas no saludables”.

Los investigadores observaron que los participantes que tomaron píldoras creyendo que en ellas había suplementos dietéticos, caminaron menos en los días siguientes, mostraron  un menor deseo de hacer ejercicio físico y fueron más proclives a participar en actividades hedónicas (Ej.: comer o beber de forma desequilibrada), en comparación con los participantes a los que se dijo que las pastillas eran un placebo. El mecanismo subyacente de estos efectos fue definido por los autores como “invulnerabilidad percibida”. No olvidemos que el sedentarismo es uno de los principales factores de riesgo: causa el 9% de la mortalidad  prematura, según mostraron Lee y colaboradores en julio de 2012 en la revista Lancet.

También constató una desinhibición de los comportamientos insanos una investigación publicada en diciembre de 2011 en Addiction, que observó que los participantes que pensaban que estaban tomando un suplemento dietético fumaron más que los que fueron asignados (al azar) al grupo control. ¿Por qué? Por la creencia (errónea a todas luces) de que tales suplementos pueden proteger del cáncer.

Así que, como ven, esta sensación de invulnerabilidad puede ser tan peligrosa como tirarse desde el balcón pensando que abajo hay una colchoneta, cuando lo que había era un holograma. Pero volvamos a los complementos alimenticios.

Se acaba de publicar en la revista Appetite (junio de 2014) un estudio con un título que habla por sí solo. Lean, lean: “Tomar suplementos para perder peso puede provocar una liberación del control de la dieta”. O sea, a más suplementos, peor calidad dietética. De traca.

En su análisis, el uso de suplementos diseñados para perder peso indujo un optimismo desproporcionado hacia la evolución de la reducción de peso, lo que condujo, según los autores de la investigación “a la abdicación psicológica de la regulación dietética”. Resulta que los participantes que recibieron un supuesto suplemento (en realidad ninguna pastilla contenía sustancias activas) comieron más y peor que los que tomaron un placebo.

Si los suplementos alimenticios para perder peso (ineficaces, según una revisión sistemática publicada en febrero de 2011 en Obesity) minan la autorregulación del patrón de alimentación o de nuestro estilo de vida, son, a mi entender, peor que inútiles. Y con esto les dejo: me voy a correr un rato.

Posdata (10 de marzo de 2020): Una nueva revisión sistemática y metaanálisis de ensayos controlados y aleatorizados confirma lo que ya sabíamos: no funcionan (Maunder A, Bessell E, Lauche R, Adams J, Sainsbury A, Fuller NR. Effectiveness of herbal medicines for weight loss: A systematic review and meta-analysis of randomized controlled trials. Diabetes Obes Metab. 2020 Jan 27. [Epub ahead of print] http://pubmed.gov/31984610).

 

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