Acabo de leer, con sumo placer, la más reciente investigación publicada por la doctora Melissa Bartick y necesito traer a este blog algunos fragmentos de dicha investigación. Se trata de un artículo científico relacionado con el colecho. No, la palabra «colecho» no aparece en la RAE, tenemos que acudir a la Wikipedia, que la define así (tanto en castellano como en inglés): «práctica en la que bebés o niños pequeños duermen con uno o los dos progenitores». Si se están preguntando qué pinta el colecho en un blog de un nutricionista es por tres razones:

  1.  Porque no saben que el colecho se relaciona claramente con un mayor éxito y duración de la lactancia materna.
  2.  Porque no han leído mi artículo «Estivill: el colecho «anula el [papel] de esposa». Y tan ancho que se queda«.
  3.  Porque no conocen el documento «¿Debería la Academia Americana de Pediatría dormir sola?«, redactado en 2014 por la doctora Bartick, y traducido en ese mismo año por APILAM (aquí el original).

El caso es que al parecer se está poniendo de moda, por lo menos en Estados Unidos y Finlandia, que los bebés duerman en cajas (sí, en cajas, como lo oyen, de ahí la foto que ilustra este artículo). Supuestamente, perjuran sus vendedores, ello previene la muerte súbita del lactante. De ahí que me haya animado a traer a este humilde blog una parte del artículo de la doctora Bartick, que publicó en la revista Maternal & Child Nutrition junto a Cecília Tomori y Helen L. Ball el pasado 18 de octubre (publicación en línea previa a la publicación impresa), y titulado «Bebés en cajas y los eslabones perdidos en el sueño seguro: la evolución humana y la revolución cultural». No soy traductor, por cierto, así que espero que me perdonen las incorrecciones. Si saben inglés, vayan directamente a este link (para acceder al texto completo deberán conectarse desde una biblioteca de una universidad).

«Las ‘cajas para bebés’ de cartón se están promoviendo cada vez con más frecuencia, aduciendo que pueden evitar la muerte infantil gracias a que el bebé duerme separado, a pesar de que no existen pruebas de su eficacia. Sin embargo, las cajas para bebés interrumpen el ‘amamantacolecho’ [lactancia materna durante el colecho] y pueden socavar la lactancia».

Podríamos dejarlo aquí, pero las autoras añaden algo mucho más interesante:

«Las recomendaciones [oficiales, se entiende] que obligan a dormir a los bebés por separado se basan en las normas sociales euroamericanas del siglo XX para el sueño infantil en solitario, y en una alimentación programada mediante biberones con fórmulas de leche de vaca, en contraposición con la lactancia, una adaptación evolutiva que ha facilitado la supervivencia de los mamíferos durante milenios».

¿Por qué explican lo anterior? Porque en no pocas guías de referencia relacionadas con la salud de los bebés se incluye el hecho de dormir con los bebés como un posible factor de riesgo de muerte infantil. Sin embargo, las autoras indican en su texto lo siguiente:

«Los principales factores de riesgo para la muerte súbita e inesperada de los bebés incluyen el tabaquismo de los padres, dormir boca abajo, quedarse dormido con un bebé en un sofá o sillón reclinable, compartir la cama con un adulto que está bajo la influencia de las drogas o el alcohol y la alimentación con fórmulas infantiles [biberón, para que nos entendamos]. Aunque fuera un factor de riesgo independiente, el riesgo de compartir la cama con un bebé es minúsculo en comparación con los riesgos recién mencionados».

Hago un pequeño paréntesis, porque guardo como oro en paño un artículo que la doctora Bartick publicó junto a la doctora Linda Smith (Breastfeed Med. 2014 Nov;9(9):417-22) en el que leemos que las evidencias científicas actuales demuestran que factores como el tabaquismo, dormir en sofás o junto a cuidadores discapacitados son, de lejos, mucho más potentes que dormir junto a un bebé.

Y ahora sí, vuelvo al artículo recién publicado, dado que encontramos una nueva vuelta de tuerca: las investigadoras argumentan, con mucho tino, que centrarnos en si compartir o no la cama con el bebé desvía el foco de los potentes riesgos recién citados, y alguno más, como la pobreza (factor claro de riesgo de mortalidad), lo que a su vez puede traducirse en una disminución de los recursos y la atención que se dedican a dichos riesgos. No solo eso, puede generar una falsa sensación de seguridad, «en la que no se tenga en cuenta las muertes repentinas e inexplicables de bebés en entornos de sueño solitario».

Cierran el resumen de su texto con una frase que les ruego lean con atención:

«Reconocer la lactancia materna como la norma evolutiva e intercultural implica reevaluar nuestras prioridades políticas y de investigación, tales como proporcionar un mayor apoyo estructural a las familias, apoyar la lactancia materna y el colecho seguro, investigar formas de minimizar de forma segura la separación de los bebés alimentados con fórmulas infantiles, y mitigar los daños potenciales de la separación madre-hijo cuando se interrumpe la lactancia materna. Los recursos estarían mejor empleados abordando tales preguntas en lugar de invertirlos en una ‘solución para sentirse bien’, como la caja para bebés».

Fuente: Bartick M, Tomori C, Ball HL.Babies in boxes and the missing links on safe sleep: Human evolution and cultural revolution.Matern Child Nutr. 2017 Oct 18. doi: 10.1111/mcn.12544. [Epub ahead of print]. En: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29047226

Posdata (17 de enero de 2023). Acabo de publicar un artículo relacionado con esta cuestión, titulado «Síndrome de Muerte Súbita del Lactante, colecho y lactancia materna».

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