Debemos mejorar nuestros hábitos, nuestro estilo de vida, nuestra alimentación. Nadie mínimamente informado lo duda. Pero es ingenuo esperar que la educación, por sí sola, vaya a contrarrestar las muy poderosas fuerzas que conspiran para que fumemos, bebamos alcohol, seamos sedentarios, minusvaloremos la importancia de la lactancia materna o comamos fatal. Por eso es crucial implementar medidas políticas, tal y como insiste una y otra vez la doctora Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud, quien reconoce que «Una corporación poderosa puede vender al público cualquier cosa». Lo pueden comprobar aquí.

He hablado de este tema en anteriores ocasiones, como en estos tres escritos:

  1. «Gobierno e industria de alimentos y bebidas. Amistades peligrosas«,
  2. «Querido Gobierno, haga algo para prevenir la obesidad, que para luego es tarde«, o
  3. «Una (buena) educación nutricional en las escuelas, estrategia antiobesidad«.

Aunque hay alguien que lo explica mucho mejor que yo: el doctor Miguel Ángel Royo-Bordonada, un investigador que no me canso de citar. Aquí un ejemplo del tipo de frases que incluye en sus textos (1):

[…] si se desea contribuir eficazmente a prevenir la obesidad infantil y promover hábitos saludables, urge establecer mecanismos de regulación estatal que prohíban cualquier tipo de publicidad dirigida a menores de alimentos y bebidas ricos en grasas saturadas, ácidos grasos trans, azúcares libres o sal.”

Gracias a un aviso de Roman Illescas, acabo de saber el Congreso ha pedido al Gobierno limitar la publicidad de alimentos malsanos dirigidos a niños. Me parece bien limitar dicha publicidad, pero me parece mucho mejor el enfoque de Royo-Bordonada, es decir, prohibirla.

El caso es que, si no me he descontado, el penúltimo artículo de Miguel Ángel Royo-Bordonada (el último en el que ha participado se centra en la prevención cardiovascular (2)) es uno titulado «Establecer políticas de obesidad infantil en Europa» («Setting up childhood obesity policies in Europe«), y se publicó el sábado pasado en la revista científica Lancet (3).

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Pues bien, en este nuevo texto, Royo-Bordonada, denuncia que España confíe en la autorregulación por parte de la industria alimentaria (o en otras medidas de implementación voluntaria), se conforme con recomendaciones dirigidas a escuelas o a profesionales sanitarios, o se apele a la responsabilidad personal. Se queja, también, de que no dispongamos de un etiquetado nutricional en semaforos (del que hablé aquí) ni de un modelo de perfiles nutricionales, una pieza clave contra la publicidad engañosa de alimentos, en palabras del abogado Francisco Ojuelos.

Pero la frase más importante de Royo-Bordonada, en mi opinión, es la que cierra su texto:

«Parece que en España y en el Reino Unido, la industria alimentaria continúa gobernando las políticas de alimentación y de obesidad entre bastidores» («It seems that in Spain and the UK, the food industry continues to govern food and obesity policies behind the scenes»).

Sabiendo que es probable que los niños tengan, por primera vez en la historia, una esperanza de vida menor a la de sus padres, es urgente, muy urgente, reforzar sin titubeos los mecanismos que nos protejan de cualquier interés ajeno a la salud pública. Por eso la semana pasada detallé, entre otras, estas tres medidas que creo que debería implementar sin demora nuestro Gobierno:

 

  • Que los lobbies de la alimentación no se vinculen en la formulación de políticas nutricionales.
  • Que exista una voluntad política de actuar contra las grandes empresas de alimentación cuando fomentan el consumo de alimentos malsanos.
  • Que se cumplan las actuales leyes que protegen a los ciudadanos de la mala praxis dietético-nutricional.

 

Nota: Muy agradecido al pediatra Carlos Casabona (@carloscasabona) por avisarme de la publicación del artículo de Miguel Ángel Royo-Bordonada.

P.D. (30 de diciembre de 2016). Hoy publico en Materia (El País) un texto relacionado con esta cuestión, titulado «Dime con quién andas y te diré qué política alimentaria tienes«.

Referencias:

1.- Royo-Bordonada MA. ¿Pueden contribuir las industrias alimentaria y de la publicidad a prevenir la obesidad infantil y promover hábitos saludables? Gac Sanit. 2013;27(6):568. Disponible en: http://www.gacetasanitaria.org/es/pueden-contribuir-las-industrias-alimentaria/articulo/S021391111300040X/

2.- Royo-Bordonada MA, Armario P, Lobos Bejarano JM, Pedro-Botet J, Villar Álvarez F, Elosua R, Brotons Cuixart C, et al. [Spanish Adaptation of the 2016 European Guidelines on Cardiovascular Disease Prevention in Clinical Practice]. Rev Esp Salud Publica. 2016 Nov 24;90:e1-e24. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/27880755

3.- Royo-Bordonada MÁ. Setting up childhood obesity policies in Europe. Lancet. 2016 Nov 19;388(10059):2475. Disponible en: http://www.thelancet.com/pdfs/journals/lancet/PIIS0140-6736(16)32175-4.pdf