Roser Jordà

Vivimos en la era de las series. Han logrado avasallar al cine y la televisión y hacer que nuestra vida pivote alrededor de las plataformas de pago por visionado. Como no tengo mucho tiempo para dedicar al ocio, así en general, procuro seleccionar muy bien lo que voy a ver. Incluso las series que he llegado a venerar (Sherlock, por poner un ejemplo) me quitan demasiada vida. Logro terminar de verlas a trompicones y mucho más tarde de su fecha de emisión final.

En ese punto estoy con “This is us”. Es deliciosa. Está llena de humanidad, amor, dolor, humor, cotidianeidad, caídas y recaídas de las que los protagonistas unas veces logran reponerse y otras no. No conozco a los guionistas pero estoy segura de que han hecho un ejercicio de observación de sus respectivas familias y allegados para componer a los personajes e inventar peripecias. Y a pesar de todo ello, todavía estoy a mitad de la segunda temporada cuando en EEUU están emitiendo la tercera (tal vez ya esté terminada, hasta ese extremo llega mi falta de “seriefildad”).

Sin intención por mi parte de desvelar ningún secreto sobre la trama, “This is us” narra básicamente la vida de una familia de cinco miembros (madre, padre y trillizos) desde los años ochenta hasta nuestros días. Uno de sus miembros es Kate, una mujer fuerte, inteligente, amorosa, protectora con los suyos, guapa y gran cantante, que sufre de obesidad mórbida. Posiblemente sea el personaje más centrado de todo el argumento, por lo menos en lo que a los tres hermanos se refiere.

Una de mis rarezas en lo que al consumo audiovisual se refiere, es la de consultar compulsivamente críticas sobre las películas y series que me han gustado. No sé si se tratará por mi parte de una necesidad de reafirmación proveniente de terceros. Sea como fuere, me sorprendió mucho encontrar un texto en el que se criticaba el personaje de Kate por ser, supuestamente, nocivo para la imagen de las personas con obesidad (“obesas” según el artículo, que ya con ese término enseñaba la patita de la ignorancia el autor, como bien demostraron Estrella Montolío y Julio Basulto en esta entrevista que les hizo Carles Mesa para Radio Nacional de España). Venía a decir el crítico que Kate se mostraba “obsesionada” con su obesidad, que todas sus tramas giraban alrededor de ese tema, las conversaciones con su pareja (también con obesidad)… Y mi sorpresa fue mayúscula ya que las únicas características que comparto con Kate son el ser mujer y sufrir de obesidad, y todas sus tribulaciones en la serie podrían ser las mías. A pesar de vivir en países completamente distintos, en continentes separados, con lenguas diferentes. A pesar de que sus padres son como la noche y el día en comparación con los míos, y de que no formo parte de un grupo de trillizos. Aunque yo, a diferencia de ella, cante como una rana ronca y no haya crecido en un barrio residencial de clase media en Norteamérica. Incluso aunque mi sobrepeso no haya llegado a un grado tan extremo, me calzo sus zapatos sin dificultad.

Para mí resulta evidente que la persona que escribió la crítica no padece obesidad o bien que no se ha criado ni se desenvuelve a diario en el mismo hemisferio que nosotras. Porque para una persona que la sufre la obesidad es posiblemente el mayor condicionante que existe. Además de los graves riesgos que representa para tu salud en general, y del peligro de desarrollar con los años enfermedades metabólicas como la diabetes, la obesidad condiciona tu movilidad, tus relaciones sociales, la forma en que te vistes e intentas expresarte ante el resto. Ataca a diario y con saña a tu autoestima, no solo a nivel de autoimagen sino que el bombardeo constante de mensajes sobre el mito de la “falta de voluntad” y la “pereza”, que para el resto son señas de identidad de los “obesos”, termina por hacerte dudar de tus auténticas capacidades. Y, que quede claro, ni la pereza engorda ni la obesidad depende de la falta de voluntad de quien la padece.

Comentaba unos parágrafos más arriba que posiblemente los guionistas hayan buscado anécdotas en su propio entorno. Curiosamente, aunque como he dicho Kate y yo viviríamos a miles de kilómetros, me he reconocido en algunas de las escenas de la serie. Hasta el punto de que una de las malas experiencias del personaje la viví en mi infancia. Me refiero al momento en que toda la familia se encuentra en una piscina pública a la que acuden también otros conocidos y algunas compañeras de colegio de Kate. Ella se siente muy orgullosa del bikini que estrena hasta que las otras niñas le entregan una nota de burla, exigiéndole además que no se acerque a ellas por una cuestión de imagen. Yo no estaba en una piscina sino en una clase de ciencias – para que os podáis hacer una idea de cómo me afectó el suceso, si a día de hoy fuera posible volver al edificio de mi escuela os mostraría el aula y la mesa en la que estaba sentada – cuando un par de niñas que ocupaban el pupitre posterior al mío me entregaron una “notita”. Fingiendo cara de inocencia, y como si la cosa no fuera con ellas, me explicaron que habían encontrado en el suelo un papel en el que se hablaba de mí. En la nota había el típico diálogo escrito de aula (los que estaban obligados a guardar silencio en clases en las que se aburrían mortalmente sabrán de lo que hablo) en el que dos “anónimos” debatían sobre mí. Concretamente escribían que yo olía mal y concluían que era lo lógico ya que todas las personas “más o menos gruesas” (palabras literales grabadas a fuego) lo hacían. Les pedí explicaciones y se hicieron las sorprendidas, recalcando que la nota había aparecido misteriosamente en el suelo ante ellas. Todavía puedo oírlas riendo por lo bajo.  Y añado un dato personal que me parece importante para rematar la descripción del cuadro: no he sufrido de obesidad hasta la edad adulta. Cuando quisieron humillarme tan solo tenía más redondeces que muchas otras alumnas. Exactamente lo mismo que ocurre con la Kate niña de la serie, que tan solo padece sobrepeso.

Que las mismas vivencias se repiten en momentos y lugares tan diversos es porque, como mínimo en el mundo occidental, el pecado capital para nuestros congéneres es la obesidad. Con el auge de las redes sociales han surgido foros de debate, blogs y páginas dedicadas a las personas con obesidad. Haciendo una lectura en diagonal en varios de ellos se hace patente que en este mundo actual de haters no existe un objetivo más goloso que un “gordo”. Es cierto que hoy en día no es fácil padecer ningún trastorno porque hay incomprensión para dar y vender para todos. El problema es que mientras que una mayoría de la población (psicópatas y empanados aparte) tiene asumido que una persona con anorexia padece un trastorno, esa misma mayoría considera que una persona con obesidad no es más que un “gordo perezoso que carece de fuerza de voluntad”. Esa mayoría cree de verdad que la persona que no adelgaza es “porque no quiere”, “porque le gusta demasiado comer y ya le va bien la situación”. Para hacerlo todo más paradójico, muchas personas con sobrepeso u obesidad son las primeras en culpar a otros de estos supuestos “vicios” (imagino que a causa del bombardeo que han sufrido continuamente y de la pobre imagen de sí mismos que han terminado desarrollando).

Posiblemente el autor del artículo sobre “This is us” crea que el personaje de Kate es plano y está obsesionado con su obesidad porque no tenga ni idea de lo que es circular por el mundo preocupándote por algo tan imbécil como si vas a caber en la silla que te ofrecen, o si crujirá por tu peso al sentarte (lo que haría que los que te rodean te mirasen mal). Porque no es capaz de ver que te condiciona a la hora de buscar trabajo y también en tu tiempo de ocio. Que no es plato de buen gusto aislarte por miedo al rechazo en algunos casos, o inhibirte de acompañar a tus hijos a un parque de atracciones para ahorrarte una hipotética vergüenza por si no cabes en las vagonetas.

¿Cuántas mujeres con obesidad dejan de practicar la actividad física que tanto necesitan por no encontrar ropa deportiva de su talla? O, peor aún, por no ser capaces de afrontar las mofas que provoca una “gorda en chándal” o no ser “la gorda del gimnasio”.

Señor articulista, siento tener que decirle que Kate es un personaje hiperrealista. Que no se trata de que en el guion no hayan sabido sacar mayor partido de una actriz de la talla de Chrissy Metz o de que no sean capaces de lograr que la vida del personaje no se centre en su obesidad. Se trata de que la obesidad, en nuestra sociedad, condiciona tu vida en todos y cada uno de sus aspectos y hasta niveles que quién no la padece no puede llegar a sospechar.

Es más, por suerte es tan veraz Kate que conozco a diferentes personas (entre las que me incluyo) que, como ella, han logrado construir una vida familiar, de pareja, laboral y social exitosa a pesar del sobrepeso o la obesidad. Así que, por favor, dejemos de estigmatizar y ataquemos al meollo de esta epidemia del mundo occidental: acabemos con este entorno tan obesogénico y con la impunidad de quienes se lucran de él.

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Nota de Julio Basulto: ¡Muchísimas gracias a mi admirada amiga Roser por este maravilloso e impagable texto!

 

 

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