Como supongo que sabéis, he dedicado una larga entrada de este blog al ayuno intermitente. La tenéis aquí: «Ayunar del ayuno intermitente» (no dejéis de revisar las posdatas).

El caso es que últimamente no paran de preguntarme sobre la (supuesta) utilidad de esta propuesta para pacientes con cáncer. Para empezar, no he hallado ni un solo estudio en humanos que dé crédito a los increíbles (porque no son creíbles) beneficios de esta dieta como propuesta «anticáncer». Sumemos que utilizar la palabra “anticáncer”, además de resultar engañoso y antiético, es algo que está prohibido (con razón) por el Real Decreto 1907/1996 sobre publicidad y promoción comercial de productos, actividades o servicios con pretendida finalidad sanitaria.

Pero hay algo más, que justifiqué en el libro “Dieta y cáncer”: Mohammadamin Sadeghi y sus colaboradores detallaron en julio de 2018 (Crit Rev Oncol Hematol. 2018 Jul;127:91-104) que puede atribuirse a la caquexia alrededor de un 20% de las muertes por cáncer. Nada menos que una de cada cinco muertes por cáncer, así que es algo importante que conviene mirar de cerca. Ahora explico qué tiene que ver eso con los ayunos, sean o no intermitentes, pero antes, es preciso dedicar unas líneas a la caquexia.

¿Qué es la caquexia? Es la debilidad, unida a pérdida de peso, de grasa y de masa muscular (en el siguiente párrafo justifico estas negritas) que suele presentarse en pacientes que padecen tumores que afectan a la ingesta y a la digestión (como cáncer de estómago, intestinos o cabeza y cuello). Podemos padecer caquexia aunque estemos comiendo bien si, pese a ello, nuestro organismo no está conservando nuestras reservas grasas o musculares a causa del crecimiento del tumor. A diferencia de lo que ocurre con la anorexia (falta de apetito, que no debe confundirse con la anorexia nerviosa), es posible que el paciente parezca estar comiendo bien. Sin embargo, su cuerpo no es capaz de absorber los nutrientes presentes en los alimentos. También es posible que un paciente presente ambos síntomas (anorexia y caquexia) a la vez.

He dicho que explicaría por qué he puesto en negrita «masa muscular» en el anterior párrafo. Y es que resulta que el ayuno intermitente, además de no haber acreditado de manera creíble ningún beneficio para la prevención o tratamiento de enfermedad alguna, puede hacer que perdamos masa muscular, como justifiqué en el texto «Ayuno intermitente, masa muscular y principio de precaución«, basándome en el estudio de Dylan A Lowe y colaboradores (JAMA Intern Med. 2020 Nov 1;180(11):1491-1499).

Tanto en “Dieta y cáncer” como en el texto «¿Es bueno para la salud el ayuno intermitente?«, que publiqué en 2019 en Materia, la sección de ciencia de El País, cité una investigación de Philippine Fassier y colaboradores en la revista International International Journal of Cancer. En ella se reconoce que el ayuno es frecuente en pacientes con cáncer, pero se desaconseja por dos razones (Int J Cancer. 2018 Dec 1;143(11):2687-2697):

  • no ha acreditado beneficio alguno, y
  • se asocia con sarcopenia (disminución progresiva de la masa muscular, que se traduce en una disminución de la capacidad funcional de los músculos) y malnutrición, que pueden empeorar seriamente el pronóstico de la enfermedad.

¿Y si el paciente debe someterse a una cirugía para salvar su vida? La mayoría de pacientes con cáncer precisan cirugía, un procedimiento fundamental para el tratamiento y la curación de la mayor parte de los cánceres en el mundo. Se estima que cada año entre siete y ocho millones de personas requieren una cirugía mayor para el cáncer (The International Bank for Reconstruction and Development / The World Bank; 2015 Nov 1. Chapter 13). Pues bien, la cirugía (en particular la de cabeza, cuello, esófago, estómago o intestinos) aumenta los requerimientos energéticos y nutritivos de nuestro organismo, dado que este necesita dichos nutrientes para curar las heridas, luchar contra las infecciones y recuperarse de propia intervención

Esto nos lleva de nuevo al estudio de Sadeghi y colaboradores recién citado, ya que insisten en que es crucial que cualquier paciente con cáncer cubra sus requerimientos energéticos. ¿Entiendes ahora que a los nutricionistas se nos pongan los pelos de punta cuando escuchamos o leemos a alguien proponiendo hacer “ayunos” para abordar el cáncer?

En “Dieta y cáncer” también justifico que el objetivo fundamental del abordaje nutricional de un paciente con cáncer es evitar la caquexia mediante una alimentación que burle las trabas generadas por la enfermedad y su tratamiento. Insisto: es importantísimo que cualquier paciente con esta enfermedad cubra sus requerimientos energéticos (J Cancer. 2016 Jan 1;7(2):131-5).

Todo ello permite entender que cuando alguien propone hacer ayunos o serias restricciones dietéticas para abordar el cáncer está cometiendo una imprudencia de gran calibre.

Por todo lo anterior, si padecemos cáncer es de vital importancia:

  1. huir de dietas que puedan comprometer nuestra ingesta energética (es el caso del ayuno intermitente), y
  2. que consumamos una suficiente cantidad de calorías y proteínas mediante nuestra alimentación (saludable y adaptada, se sobreentiende), dado que son dos elementos clave en la lucha contra las infecciones o el proceso de curación (lo cual no significa que por sí solos vayan a curarnos, claro).

 

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