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Había una vez un país en el que un ogro atroz llamado obesidad infantil tenía aterrorizada a la población. El ogro era, en palabras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI”. Su poder era inmenso, ya que casi la mitad de los niños de la zona (entre el 30,8% y el 44,5%, para ser exactos) presentaban exceso de peso.

 

Muchas personas intentaban enfrentarse al ogro, una de las cuales era Julio Basulto. Una clara mañana, este dietista-nutricionista paseaba cerca de un campo cultivado cuando percibió un sonido extraño procedente de debajo de una de las coles que allí crecían. Nunca supo si fue su imaginación, pero le pareció escuchar una vocecilla que susurraba:

 

Si al ogro atroz quieres hundir,

“todos a una” debes repetir.

 

Desde entonces, Julio declaró en sus clases, conferencias, entrevistas, textos y libros que para vencer al ogro era preciso hermanar la energía de todos los agentes implicados en la salud comunitaria. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que había poderes malignos que alimentaban con conjuros y encantamientos a este ogro y a otros que empeoraban la buena alimentación de la sociedad. La terrible noticia colmó como una inundación los pensamientos del nutricionista.

 

Una noche, un árbol prodigioso se presentó en los atribulados sueños de Julio. Era un manzano gigante y protector, fuente de la sabiduría y guardián del discernimiento.

 

—Estoy muriendo —dijo— porque los niños ya no se columpian en mis ramas, porque ya no pasean debajo de mi sombra y porque prefieren galletas y otros alimentos superfluos a mis saludables frutos. Todo es culpa del ogro atroz, y te necesito para luchar contra él.

—Pero yo soy débil y temeroso —respondió Julio con sinceridad.

—Nada debes temer, llevarás contigo la magia de mi estilográfica.

 

Al despertar, Julio encontró en su escritorio una fabulosa pluma estilográfica elaborada con madera de manzano. En su cubierta exterior figuraba la siguiente inscripción:

 

Callar ante la injusticia, complicidad.

 

Sin dudar, Julio empuñó la pluma y con ella escribió sobre las fuerzas maléficas que nutrían al ogro. Las clasificó en cinco categorías (industria codiciosa, famosos ambiciosos, sanitarios negligentes, charlatanes, medios irresponsables y mala legislación), y habló sobre ellas en un texto llamado “Resistencia nutricional. Pacífica y no armada, pero inmune al desaliento”. A causa de este texto, y de otros similares, algunos lugareños pasaron a denominarle “Julio sin miedo”.

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Dado que Julio era padre de familia numerosa y pasaba serias dificultades para que el dinero llegara a fin de mes, Olga Ayllón, su mujer (también dietista-nutricionista), le comentó que sería mejor dejar de perder su escaso tiempo en estos menesteres. Justo en ese momento, la voz de un trovador llamado Silvio Rodríguez llegó a sus oídos:

 

Vamos a andar

hundiendo al poderoso

alzando al perezoso

sumando a los demás.

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Nadie supo si fue el andar, el hundir, el alzar, o el sumar lo que hizo que Olga y Julio se pusieran de acuerdo, pero así fue. Ello permitió que los golpes de la vida no les afectaran. Como el que recibieron el 30 de mayo de 2015: supieron que unas galletas llamadas Dinosaurus, con más del 20% de azúcar en su composición (algo que denota su baja calidad nutricional), además de incluir el sello de la Asociación Española de Pediatría (AEP), se publicitaban con el reclamo “con el aval de la Asociación Española de Pediatría”. Como las galletas no son algo que convenga acompañar del sello de una prestigiosa asociación sanitaria, y mucho menos que sea apropiado avalar (en absoluto), Julio pensó “esto aumentará el poder del ogro atroz”. Así que, sin temor y confiado, Julio pidió e incluso imploró a la AEP que retirara su aval de dicho producto.

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Su solicitud (que no era nueva: otros profesionales, como su compañera Laura Saavedra, habían denunciado antes esta situación) tuvo un notable impacto tanto en Twitter como en Facebook. Era buena señal: muchos de sus vecinos le apoyaban, prueba de que el protagonista de este cuento no era el único que no temía al ogro de la obesidad. Pese a ello, la AEP no contestó. Hasta que el 8 de julio, un mes después, los acreditados periodistas Gemma Nierga y Jesús Soria tuvieron la amabilidad de entrevistar a Julio Basulto en el conocido programa de radio “Hoy por Hoy” (minuto 48:10), para que hiciese pública su petición. A partir de este momento, empezaron a ocurrir interesantes acontecimientos en el país de nuestro cuento, ese que vivía bajo la tenebrosa influencia del ogro atroz que engordaba a los niños.

 

Al día siguiente, Antonio Nieto, vicepresidente de la AEP, acudió al mismo programa e indicó que su asociación no avalaba ningún producto, que se trataba de una licencia que se había tomado la multinacional, a la que acababan de solicitar que enmendase el entuerto. Pero el señor Nieto, al grito de “vamos a ver”, dijo que la AEP no pensaba retirar su sello de las galletas Dinosaurus. Asimismo, aprovechó para afirmar que “no hay alimentos buenos y malos”, un argumento muy usado por la industria alimentaria, y que diversos expertos, como el doctor Darius Mozaffarian, desaconsejan utilizar. También indicó que afirmar que las galletas Dinosaurus tienen un 21% de azúcar «es una falacia«.

 

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Julio se disgustó mucho, sobre todo cuando, en el mismo programa, el señor Antonio Nieto intentó en un par de ocasiones desautorizarle y desacreditarle públicamente, algo que se conoce como “argumento ad hominem”, un destacado tipo de falacia (minuto 14:30). Por suerte, Jesús Soria no dudó en defender en Twitter a Julio, al afirmar, con respecto a la actitud de la AEP, lo siguiente: «Es tirar balones fuera. Han metido la pata, les han colado un gol…¡O se lo han dejado meter!».

 

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La defensa de Jesús Soria a los argumentos esgrimidos por Julio Basulto quedó patente en un nuevo «tuit» del periodista, en el que lo dejó bien claro: «Para mí está muy clara la denuncia de @JulioBasulto_DN ¡Toda la razón! Gol pediátrico».

 

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Pese a la desazón que sentía Julio, seguía sin tener miedo, por lo que aceptó encantado la propuesta de Jesús Soria, director del programa de radio “Ser Consumidor”, de charlar con Antonio Nieto sobre galletas y sellos. No obstante, el señor Nieto, tras proferir de nuevo “vamos a ver”, no solo se reafirmó en lo dicho en la anterior entrevista, también se negó a mantener un diálogo con Julio Basulto, por lo que cada uno de ellos habló por separado. Por fortuna, Jesús Soria cerró la sección con estas sabias palabras “que me perdone el señor Nieto, pero me parece que si en una caja de galletas sale impreso el logo de la Asociación Española de Pediatría eso condiciona las compras de los consumidores”. En todo caso, en su intervención, Antonio Nieto aprovechó para recurrir una vez más al argumento ad hominem, al sugerir que nuestro protagonista es maniqueo y habla “por boca de ganso” (minuto 16:05).

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Varios amigos preguntaron a Julio si su ausencia de miedo permanecía intacta y él respondió, un día después, con una breve nota en sus redes sociales. En su mensaje combinó dos imágenes: las galletas Dinosaurus con el logo de la AEP, y la foto de un niño comiendo algodón de azúcar, esa golosina que encontramos en las ferias, formada por hilos de azúcar derretido alrededor de un palo. Debajo de estas imágenes Julio indicó, a modo de nueva petición a la AEP, que de igual manera que el algodón de azúcar no se acompaña del logo del Colegio de Dentistas, unas galletas no deberían llevar el logo de la AEP. Casi mil personas compartieron su solicitud en sus cuentas de Facebook y Twitter, un buen motivo de satisfacción.

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Pero la alegría se destruyó al conocer que la empresa de las galletas ofrecía un servicio gratuito para que los pediatras recibieran una caja de galletas Dinosaurus para exponer en su consulta, al lado del fonendoscopio y de los tratados de medicina. Julio, sin dudar, expuso su desacuerdo (Twitter; Facebook).

 

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¿Recuerdan la voz proveniente de la col? Pues bien, al día siguiente volvió a susurrar, pero en esta ocasión lo hizo al oído de la dietista-nutricionista Lucía Martínez, compañera de fatigas de Julio Basulto. Lucía creyó que se trataba de una ilusión, pero juraría haber escuchado este conocido proverbio africano al acercar su cabeza a la hortaliza:

 

Si quieres ir rápido, camina solo,

pero si quieres llegar lejos, camina acompañado.

 

Lucía también era conocida por su falta de miedo, así que, quizá por influjo de la misteriosa voz nacida de un campo de coles, ese mismo día compartió en su blog su opinión y la de 30 profesionales sanitarios más, todos a favor de que la Asociación Española de Pediatría retirase su logo de las galletas Dinosaurus o de cualquier otro producto no saludable. Tituló su escrito de la siguiente manera: “Hola, Asociación Española de Pediatría, tenemos 5 preguntas y 30 mensajes para vosotros”.

 

Esa noche a Julio se le apareció en sueños un monstruo, nada menos que el monstruo de las galletas. Aturdido, nuestro protagonista notó como su entereza comenzaba a flaquear. Justo cuando el miedo iba a colarse por un resquicio de su osado espíritu, el monstruo comenzó a hablar:

 

—No huyas de mí, no tienes nada que temer.

—¿Cómo que no? —respondió Julio— ¿acaso no eres el monstruo que come de forma compulsiva galletas grasientoazucaradas frente a los cándidos ojos de millones de niños?

—Ya no: hace años que cambié mi actitud por el bien de la salud pública.

 

¡Era cierto! El monstruo explicó a Julio que desde hacía casi diez años que no se vanagloriaba de comer galletas, sino frutas y hortalizas, y que consideraba que “las galletas son un alimento ocasional”. Fue en 2006, y tomó esta medida como respuesta a las alarmantes cifras de obesidad infantil presentes en Estados Unidos. Al parecer, sobre su decisión influyó notablemente el conocido cardiólogo Valentí Fuster.

 

En su sueño, el monstruo le detalló a Julio ocho razones por las que la AEP no debería poner su logo en las galletas:

 

1.- Porque el azúcar (excepto el presente de forma natural en la leche o en las frutas y verduras frescas), además de ser innecesario para el normal funcionamiento del cuerpo humano, aumenta el riesgo de obesidad, esté en las galletas o esté en cualquier otro alimento procesado. Así lo indican revisiones rigurosas (BMJ. 2012 Jan 15;346:e7492), o informes de entidades como Public Health England.

2.- Porque mientras que la OMS recomienda no superar el 10% de las calorías ingeridas a partir de azúcar y considera que lo ideal es que la cifra sea inferior al 5%, en España se consume entre el 16% y el 36% de la energía a partir de azúcares, según se detalla en el más reciente consenso español de prevención y tratamiento de la obesidad.

3.- Porque las galletas son bollería. Así aparecen clasificadas en la Encuesta Nacional de Ingesta Dietética Española (ENIDE), elaborada por Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) (www.goo.gl/w3kWcQ).

4.- Porque datos publicados en 2007 por el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer detallan que los alimentos con una alta densidad energética promueven la obesidad. Tales alimentos son los que aportan más de 225-275 kilocalorías por cada 100 gramos, y las galletas Dinosaurus contienen 474 kilocalorías por cada 100 gramos. Una excepción a esta norma serían los frutos secos que, a diferencia de las galletas, cuentan con sólidas y robustas pruebas de no incrementar el riesgo de obesidad, tal y como mostró en 2013 una rigurosa investigación (Am J Clin Nutr. 2013 Jun;97(6):1346-55).

5.- Porque si revisamos la encuesta ENKID, llevada a cabo a una muestra representativa de la población infantil y juvenil española, encontramos datos preocupantes con respecto a las galletas. De entre los 70 productos que se englobaron en la categoría “Dulces y pastelería”, el más consumido son las galletas María. De hecho, estas galletas suponen, en una clasificación de casi 200 alimentos, la 5ª fuente alimentaria de energía, la 7ª fuente de grasas totales, la 3ª fuente de grasas saturadas, la 6ª fuente de glúcidos y la 8ª fuente de sodio.

6.- Porque la mayoría de niños españoles presenta un “abuso” de galletas, según datos provenientes del estudio ALADINO hechos públicos en mayo de 2014 por la AECOSAN.

7.- Porque el consumo de galletas va en aumento. En agosto de 2013, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente elaboró un estudio del que se desprendió que nuestro consumo de galletas, en relación al año anterior, había aumentado un 7%. Era el “dulce envasado” cuyo consumo más había incrementado.

8.- Y -sobre todo- porque el hecho de que aparezca el logo una reputada asociación de pediatría en un producto alimentario da a entender al ciudadano que la AEP no considera que dicho producto sea desaconsejable para el consumo habitual de los niños.

 

Pese a la contundencia de los ocho argumentos, al despertar, Julio Basulto supo que el Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría acababa de publicar un texto titulado “Aclaración de la AEP sobre las galletas”. En él, entre otras cosas, se explicaba que la AEP no avalaba las galletas Dinosaurus u otros productos, pero que sí los acompañaría con su logo, porque ese “acuerdo de colaboración” permite dar vida a “actividades de promoción de la salud infantil”. Dicho de otra manera, el acuerdo permitía que la AEP recibiera brillantes euros que gastaría en nobilísimas causas.

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Julio pensó de inmediato que si el dinero ingresado en las arcas de la AEP se invirtiera una ilustre causa llamada “prevención de la obesidad infantil” se produciría una de las mayores paradojas jamás vista: una asociación que pone su logo en un producto cuyo consumo habitual está obligada a desaconsejar. También recordó, al pasar por su mente la palabra “dinero”, el grandísimo gasto que supone la obesidad para la sociedad y para el individuo: a lo largo de su vida, un niño de 10 años con obesidad gastará más de 13.000 euros más en gastos médicos que un niño de peso normal (Pediatrics. 2014 May;133(5):854-62).

 

Como era de esperar, el documento de la AEP insistía en el argumento preferido de la industria alimentaria: “no existen alimentos buenos o malos”. Pero aparecía una frase más: “las galletas son un buen alimento para el desayuno y la merienda”. En ese preciso momento, Julio sintió cómo el miedo se apoderó de su ser. Miedo de ser devorado por el ogro atroz de la obesidad infantil, capaz de obcecar al mismísimo Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría. Afortunadamente, ocurrieron casi a la vez tres hechos que sosegaron su alma.

 

1.- En primer lugar, Alex Oncina, dietista-nutricionista egresado de la Universidad de Alicante, Máster en Salud Pública por la Universidad Miguel Hernández y colaborador de su Unidad de Epidemiología de la Nutrición, respondió al texto de la AEP con un escrito titulado “Carta abierta a la Asociación Española de Pediatría (2º intento)”.

2.- En segundo lugar, Ferran García (antiguo miembro de la Asociación Nacional Española de Informadores de la Salud) publicaba, a través de la organización Justicia Alimentaria Global, el informe “Confiad en mí”. En él se destacó “la continua y escandalosa colaboración de los organismos públicos con la industria de la alimentación”, algo de lo que ya había hablado Julio Basulto en abril de 2014 en un texto titulado “Gobierno e industria de alimentos y bebidas. Amistades peligrosas”. Pero este nuevo informe añadía una critica explícita a la colaboración de la AEP con la multinacional Artiach (fabricante de las galletas Dinosaurus).

3.- Y en tercer lugar, el investigador Aser García Rada se hacía eco en la revista científica British Medical Journal del informe recién citado (BMJ. 2015 Aug 6;351:h4207) en un texto que muestra cómo colaboraciones como las de la AEP fomentan los intereses de la industria y distorsionan los mensajes sobre el efecto del azúcar y los malos hábitos alimenticios sobre la salud. El pediatra Pepe Serrano, en su blog, tradujo el texto al castellano. También apareció una reseña en castellano en la web “SIETES” (Sistema de Información Esencial en Terapéutica y Salud), de la Fundació Institut Català de Farmacologia, que cuenta con el apoyo de la OMS y la UNICEF.

 

Todo ello disminuyó el miedo de Julio, pero no lo eliminó del todo. Defraudado y agotado, se acostó a descansar, y soñó que su desánimo le llevaba a desmontar la pluma estilográfica que le regaló el manzano mágico en un sueño que tuvo años atrás. Era aquella pluma que le había dado fuerzas para enfrentarse al ogro de la obesidad y que ahora perdía su utilidad. Pero una visión lo despertó sobresaltado y le devolvió su valor. En el cartucho de tinta había una nueva inscripción:

 

Callar ante el débil, magnanimidad.

Callar ante el fuerte, sometimiento.

 

P.D. (14 de febrero de 2016). En el texto «Sellos de entidades sanitarias en alimentos malsanos. Se acabó«, podrán comprobar, con alegría, que la práctica de acompañar alimentos insanos con sellos o nombres de entidades sanitarias es, de ahora en adelante, presuntamente ilegal.