Para variar, voy algo saturadillo de asuntos pendientes. Pero, también para variar, hay algo que necesito compartir en este blog con cierta urgencia. Y es que es la tercera vez en lo que va de semana que alguien me comenta que un nutricionista ha desaconsejado: a) adelgazar a una mujer que da el pecho, o lo que es peor, b) dar el pecho a un bebé, porque su madre tiene que adelgazar.

Cualquiera que navegue un poquito en la literatura científica no tardará en dar con el documento «Balancing exercise and food intake with lactation to promote post-partum weight loss«, de la doctora Cheryl Lovelady . Yo lo tengo fresco en mi memoria, porque lo cité en Lisboa, en la «Conferência Internacional de Aleitamento Materno da Academy of Breastfeeding Medicine», a la que tuve el honor de ser invitado en junio del año pasado. Impartí una ponencia titulada «Maternal nutrition and breastfeeding» (Nutrición materna y lactancia).

Pues bien, en mi ponencia cité la investigación de la doctora Lovelady, en la que leemos que la lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses (y continuada a partir de entonces con la presencia de alimentos complementarios) suele promover la pérdida de peso tras el parto. Sin embargo, esta pérdida (que ni es milagrosa -es más bien modesta, que es lo recomendable- ni tampoco se observa en todas las mujeres, se entiende que Lovelady habla de la mayoría de las mujeres, no de todas) no se suele producir en mujeres que padecen un importante grado de obesidad (Índice de Masa Corporal superior a 35Kg/m2).

Sea como fuere, dada la actual epidemia de obesidad, tanto en unas mujeres como en otras puede resultar aconsejable una pérdida de peso (algo que conviene que valoren conjuntamente un médico y un dietista-nutricionista). Sobre todo si pretendemos evitar una obesidad futura. En tales casos (insiste Lovelady) es necesario no solo promover el ejercicio físico, sino también realizar cierta restricción en la ingesta energética.

No mucho, basta con reducir unas 500 kilocalorías diarias para que exista una pérdida de peso constatable, de aproximadamente medio kilo por semana. «Las investigaciones

[ahora cito textualmente] sugieren que esta tasa de peso no afectará al crecimiento del bebé [lactante, se entiende]». Y (también citando textualmente) «el ejercicio, sin una restricción energética, no promueve una pérdida de peso posparto [relevante, añadiría yo]».

Llegados a este punto, podemos dar por respondida la pregunta que titula este escrito: sí, una mujer lactante sí puede adelgazar. Pero quiero añadir algo más. Algo que también cité en Lisboa, y que aparece en el «FESNAD-SEEDO consensus group. Evidence-based nutritional recommendations for the prevention and treatment of overweight and obesity in adults«, también conocido como el «Consenso español de obesidad», en el que tuve el gusto de participar como redactor.  En él leemos dos cosas importantes. La primera es la siguiente:

«Una reducción energética en la dieta de 500-1.000 kcal diarias puede producir una pérdida de peso de entre 0,5 y 1 kg/semana, equivalentes a un 8 % de pérdida ponderal en un periodo promedio de 6 meses».

Hasta aquí vamos bien, dado que es compatible con lo que propone Lovelady. Pero vamos a otra frase del consenso:

«Existen varias medidas, como la disminución del tamaño de la ración consumida o la densidad energética de la dieta, que pueden facilitar el cumplimiento de una dieta hipocalórica y la pérdida ponderal en el paciente con obesidad».

Esta última frase nos lleva al coordinador del citado consenso, el catedrático de nutrición Jordi Salas-Salvadó, quien declaró lo siguiente en una entrevista realizada por la nutricionista Maria Manera:

«La dieta para el tratamiento de la obesidad está muy consensuada. Solo hace falta reducir en 500 o 600 Kilocalorías la dieta habitual. Ello se consigue con la reducción del consumo de bebidas alcohólicas (si es el caso), disminuir el consumo de alimentos ricos en grasas trans o saturadas (carne, procesados de la carne, leche entera, quesos y otros productos de origen animal) y reducir las fuentes de azúcares añadidos».

Es decir, no se trata de «hacer dieta», sino de comer mejor. Y si vigilamos el tamaño de la ración, mejor que mejor. Todo ello es mucho más fácil de conseguir, eso sí, con el asesoramiento de un buen nutricionista. Y uno que desaconseja injustificadamente la lactancia, o que desaconseja injustificadamente la pérdida de peso, no lo es.

 

 

Nota: Muy agradecido, por su consentimiento, a las preciosas modelos de la foto que ilustra este artículo: Olga Ayllón Muñoz y Clara Basulto Ayllón.

P.D. He grabado un par de brevísimos vídeos sobre esta cuestión. En el primero resumo lo arriba detallado, y en el segundo respondo a una duda que han planteado varias mujeres justo después de que yo compartiera el artículo en mis redes: si es incompatible la delgadez con la lactancia (ay dios). Los dos vídeos aparecen haciendo clic en la imagen que aparece debajo de estas líneas, o haciendo clic aquí (en el segundo vídeo -que se reproduce automáticamente después del primero- incluyo tres links para ampliar la información): www.goo.gl/zdF9BH

adelgazarlactancia

 

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