Cerca de seis de cada diez personas en España presentan exceso de peso. El dato aparece en el “Informe Global de la Nutrición” (Global Nutrition Report), una revisión coordinada por el Instituto de Investigación International de Política Alimentaria (International Food Policy Research Institute –IFPRI-), con la colaboración de la Comisión Europea y otras organizaciones.

 

Por suerte, no vivimos el drama que se existe en Estados Unidos, donde, según datos de un reciente estudio (JAMA Intern Med. 2015;175(8):1412-3), el porcentaje de adultos con exceso de peso asciende al 75%, que ahí es nada. Es una situación “aterradora” en palabras de la doctora Ling Yang, una de las autoras de la investigación. Lo dijo el pasado 22 de junio en una entrevista que concedió al portal sanitario HealthDay.

 

Como digo, no sufrimos el aterrador panorama que padecen en Estados Unidos, pero nos acercamos peligrosamente: nuestras tasas de obesidad van en aumento. También sabemos que, a juzgar por cómo juega las cartas de la baraja nuestro Gobierno, no hay visos de que la partida mejore. Lean, a modo de ejemplo, lo que detallé en dos textos que publiqué en Ser Consumidor (Cadena Ser):

 

 

Si los leen, entenderán que muchos profesionales sanitarios estemos hastiados, decepcionados e incluso enfadados. Sobre todo si tenemos en cuenta que campan a sus anchas diversos agentes que promueven algo que en su día denominé como “caos nutricional”. Un caos ante el que solo cabe una respuesta: la “resistencia nutricional”, de la que hablé en este texto.

caos

No cabe duda de que la solución a un problema de este calibre pasa por un mayor compromiso de los individuos, de la sociedad y de los profesionales sanitarios. Pero sobre todo es imprescindible que los responsables políticos comanden bien el barco si no queremos hundirnos. ¿Sabían que es posible que nuestros hijos vivan menos años que nosotros a causa de las escalofriantes cifras de obesidad infantil que vivimos en España?

 

Así, deben implementarse políticas que fomenten la actividad física. Políticas que dificulten el sedentarismo. Y, también, políticas que hagan que sea más fácil comer saludablemente y más difícil consumir productos insanos. No podemos olvidar que la ninguneada presencia de dietistas-nutricionistas en Atención Primaria también pesa en esta ecuación y supone un perjuicio para la salud pública.

 

No es solo mi opinión, es la de cualquier sanitario conocedor de la magnitud de esta situación, como es el caso del doctor Elliott Antman, presidente de la Asociación Americana del Corazón, quien considera que “Los políticos y funcionarios en los niveles federal, estatal y local tienen que generar políticas que se traduzcan en un aumento en el número de calorías que queman las personas y en una disminución en la cantidad de alimentos poco saludables que ingieren”. Opina de igual manera el doctor Miguel Ángel Royo-Bordonada: “hacen falta más recursos humanos y económicos para hacer frente a uno de los grandes desafíos sanitarios del presente» (la obesidad infantil).

 

Hace poco detallé diversas acciones que debería implementar más pronto que tarde nuestro Gobierno para hacer frente a esta aterradora situación. No surgieron de mi enfadada mente, sino del “Global Nutrition Report”, el informe que he citado al principio de este escrito. Las traduje al castellano en el texto “Una de cada tres personas sigue una dieta insana”, que publiqué el pasado 11 de noviembre.

Posdata (16 de octubre de 2018). He dedicado más líneas a esta cuestión en un texto titulado «Tenemos derecho a una alimentación saludable«, en el que cito un imprescindible y muy recomendable libro: «El derecho de la nutrición«, del abogado experto en derecho alimentario Francisco José Ojuelos.

 

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