En el diagrama que aparece al final de este texto intento responder a un «misterio insondable»: ¿por qué no come mi hijo? Es un mini-resumen de algún que otro capítulo de mi libro «Se me hace bola«.
Opino, y no soy el único, que no tiene sentido pretender que nuestro hijo tenga hambre a la hora de comer (o que le apetezca lo que allí servimos) si en el desayuno o a media mañana ha tomado (como suelen hacer miles de niños en nuestro medio) galletas, cereales azucarados, zumos, bollería, postres lácteos, helados o aperitivos salados.
¿Por qué? Porque son productos cargados de calorías vacías, que sacian su apetito. Lo que le ofrezcamos a la hora de la comida será, lógicamente, menos atractivo y apetitoso que la comida insana, a lo que se suma su falta de hambre a causa de los alimentos muy calóricos que ha tomado para desayunar, como ya se ha indicado. Este proceso continúa en la merienda, donde los niños en España meriendan algo similar a lo mencionado para el desayuno.
Merienda en escolares de nº medio, vía @revistaPAP?
38% bollería
70% zumo envasado
76% batido/natilla/flan
Desoladorhttps://t.co/yyrUaJukyd— Julio Basulto (@JulioBasulto_DN) 8 de agosto de 2016
Por tanto, cuando llega la hora de la cena sucederá, lógicamente, algo similar a lo observado en la comida: se sumará la falta de apetito del niño (ocasionada por las muchas calorías de lo que ha merendado) con el hecho de que el potente sabor de lo que va tomando altera su percepción del sabor, que se decantará poco a poco hacia los alimentos insanos.
Muchos niños no comen fruta porque su paladar se ha acostumbrado al potentísimo sabor dulce de batidos, cereales «de desayuno», galletas…
— Julio Basulto (@JulioBasulto_DN) 4 de marzo de 2016
Hay quien intenta arreglar este desaguisado obligando a comer al niño, algo absolutamente contraproducente, como he explicado en muchas ocasiones, como por ejemplo en el texto «Niños acosados por sus padres para que coman: a más insistencia, más resistencia«. ¿Cómo romper el círculo vicioso que aparece en la imagen que tienen debajo de estas líneas? Pues alejando de la vista y del alcance de su hijo (sí, como los medicamentos) los productos insanos.
En adultos y en niños, lo queramos o no, «prohibir es despertar el deseo», así que si los alimentos superfluos no están en nuestra casa, nadie tendrá que prohibirlos.
Por último, soy consciente de que hay niños que no comerán por razones distintas, como una enfermedad que ocasiona falta de apetito. Pero, por una parte, serán una minoría y es raro que pasen desapercibidos a padres o profesionales, y, por otra lo conveniente en esos casos es tratar la condición que genera la falta de apetito, no obligar al niño a comer.
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Nota del 18 de noviembre de 2018: Aquí tenéis un vídeo en el que se explica todo esto de manera resumida:
Vídeo en Youtube
Bibliografía citada:
Aranceta J, Serra-Majem L, Ribas L, Pérez-Rodrigo C. Breakfast consumption in Spanish children and young people. Public Health Nutr. 2001 Dec;4(6A):1439-44.
Basulto J. Se me hace bola. Barcelona: Debolsillo; 2013.
Echeverría Fernández M, Herrero Álvarez M, Carabaño Aguado I. Hábitos de merienda en escolares de nuestro medio. Estudio HABIMER Plus. Rev Pediatr Aten Primaria. 2014;16:135-44.
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