Por la presente, estreno la sección #CaraQuePonemosL@sNutricionistasCuando. Y es que hace unos días se hizo “viral” en Youtube un breve “documental” (entre ineludibles comillas) en el que un joven y atlético holandés, Sacha Harland, tras dejar de tomar azúcar, alcohol y otros alimentos procesados, pasa por encontrarse primero “fatal” (por un supuesto “síndrome de abstinencia”) y más tarde pletórico (“desintoxicado” –ejem-). Pueden ver el vídeo aquí. Ello generó en los nutricionistas una cara similar a la que aparece al final de estas líneas, y de ahí que hoy me haya decidido a inaugurar en mi blog esta sección.

 

Por fortuna, el martes pasado (13 de octubre), en su blog “El Comidista”, Mikel López Iturriaga preguntó qué opinaban al respecto dos dietistas-nutricionistas: Lucía Martínez, autora del blog Dime Qué Comes, y  Aitor Sánchez García, responsable de Mi Dieta Cojea. Pueden revisar sus acertadas respuestas en este enlace.

 

Muy de acuerdo con sus opiniones, desde luego, hasta el punto de que ese mismo día me entrevistó “La Vanguardia” en relación al mismo “documental” y, sin haber leído las respuestas de Lucía o Aitor, prácticamente coincidí en sus valoraciones. El texto de La Vanguardia lo pueden consultar aquí.

 

El caso es que en la entrevista no cabía todo lo que opino sobre el tema, así que paso a ampliar mi valoración. Para empezar, no estoy de acuerdo en que se atribuyan beneficios gracias a la eliminación de conservantes ni aditivos. Los autorizados son seguros e inocuos.

 

Tampoco estoy de acuerdo en que la dieta deba ser muy variada, como afirma la sanitaria que le aconseja. Justifiqué mi postura en abril de 2013 en un texto que firmé junto a la periodista Laura Caorsi, y titulado “Alimentación saludable, ¿qué es?”.

 

El “voluntario” sale tomando zumos en varias ocasiones cuando el zumo (sea casero o industrial), no debe sustituir a una fruta entera, según amplié en marzo de 2013 en el escrito “Mejor una fruta entera que un zumo”.

 

Vemos también al holandés tomando de vez en cuando “batidos verdes”, que se suelen acompañar de falsas declaraciones de salud, algo de lo que hablé ampliamente en los escritos “Desintoxicar el organismo con batidos vegetales” o “Batidos verdes, o por qué el zumo color hierba no desintoxica los siete males” (este último lo firmé con el periodista Antonio Ortí).

 

Una de las cosas que más chirrían es que el voluntario nunca come en casa, en compañía de los suyos. Cuando definimos el concepto “Alimentación Saludable” desde el ya disuelto “Grupo de Revisión Estudio y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas” (marzo de 2013), incluimos dos conceptos que en dicho individuo no parecen cumplirse: “interacción social” y “convivencia”. Tienen nuestro documento de postura aquí.

 

¿Y qué decir de la palabra “desintoxicación”, que parece sustentar el vídeo? Juraría que todos los nutricionistas mínimamente serios cerramos los ojos cuando el protagonista asegura que “me desintoxiqué del azúcar”. La profesora Marion Nestle (cuyo apellido no tiene nada, pero nada que ver con la conocida multinacional) afirma en su último libro “Soda Politics” que el azúcar no es inocuo, que no es en absoluto necesario, que conviene de lo lindo disminuir notablemente la cantidad que consumimos, que incluso es preciso “evitar” las bebidas azucaradas…pero que nada de ello significa que el azúcar sea venenoso o que nos intoxique. Lean, si no me creeen, el análisis que ha hecho del libro de Marion Nestle, para la revista Nature, el doctor David Katz.

 

Opina de igual manera el doctor Miguel A. Lurueña en su blog “Gominolas de petróleo”, en un texto titulado “El mito de los cinco venenos blancos (II): el azúcar”.

 

Sigamos. El holandés afirma tener irritabilidad tras su cambio dietético. Para empezar, no sabemos si esto que él declara (que habría que corroborar mediante marcadores validados o escalas fiables) ocurrirá en el resto de la población, como explico más adelante. En todo caso, debemos preguntarnos si ello se debe o no a la falta de azúcar, o más bien a que está siguiendo una dieta con muchas menos calorías de las que tomaba antes (nadie ha planificado sus menús para que contengan un aporte energético acorde a su gasto metabólico).

 

Se nos sugiere, también, que el voluntario tenía una “adicción” a los alimentos azucarados, cuando la teoría de la “adicción” no está en absoluto probada en humanos en base a estudios bien diseñados. La Academia de Nutrición y Dietética (antigua American Dietetic Association), señala que “No está resuelto si existe una adicción al azúcar en seres humanos

[…]» y que para confirmar o desmentir dicha hipótesis «se necesitan más investigaciones bien controladas y de alta calidad» (J Acad Nutr Diet. 2012 May;112(5):739-58).

 

Una dependencia o adicción a una sustancia, por cierto, debe cumplir, en opinión de la Academia de Nutrición y Dietética, tres de los siguientes siete criterios en algún momento a lo largo de un año:

 

  1. Tolerancia. Es decir, que se necesita cada vez una dosis más alta de la sustancia para observar el mismo efecto.
  2. Síntomas atribuibles a la abstinencia.
  3. Consumo cada vez mayor de la sustancia durante más tiempo del previsto.
  4. Deseo persistente de consumir la sustancia o una inhabilidad de reducir o controlar su uso.
  5. Gastar mucho tiempo buscando o consumiendo la sustancia o recuperándose de sus efectos.
  6. El uso de la sustancia interfiere con importantes actividades.
  7. El uso de la sustancia continúa pese a presentar consecuencias adversas.

 

Al final del reportaje se nos muestra que el chico holandés presenta beneficios como una mayor capacidad cardiorrespiratoria o una disminución del peso. En caso de ser verdad ¿debemos atribuirlo a un único componente, o a un cambio general en su estilo de vida? Explico esto porque es raro que las personas que realizan un cambio dietético lo hagan solamente en un aspecto (ejemplo: azúcar) sino en varios, además de mejorar sus hábitos de vida general.

 

Incluso siendo cierto que el voluntario haya disminuido de peso, no debemos olvidar que se trataba de una persona que ya tenía un Índice de Masa Corporal adecuado. Insisto, ¿a qué debemos atribuir cualquier beneficio observado? ¿A que toma menos bebidas alcohólicas, a la baja ingesta de grasas trans, al menor consumo de sal o productos salados? Conviene muchísimo disminuir su ingesta en la población, sin duda, pero sin olvidar que debemos mejorar paralelamente nuestro estilo de vida.

 

La cuestión es que no sabemos si lo observado en este voluntario (varón joven, que está bien de salud, que no presenta sobrepeso u obesidad y con bastante masa muscular, lo que muy probablemente indica que está en buena forma física) podemos extrapolarlo al resto de la población. No olvidemos que estamos ante un “estudio” (entre necesarias comillas porque no está publicado en ninguna revista científica con revisión por pares), en el que solo hay un voluntario, y no hay un grupo control.

 

Estaremos de acuerdo (yo el primero) en que conviene disminuir nuestro consumo de alimentos altamente procesados, pero no en base a un “estudio” tan poco fiable como afirmar que señalar al melón con el dedo genera su pudrimiento. Es un vídeo que mezcla consejos acertados (tomar menos alimentos procesados, ricos en azúcares, grasas añadidas y sal) con conceptos erróneos, como un injustificado alarmismo sobre los conservantes y aditivos autorizados, o desatinadas alusiones a “intoxicaciones”, que requieren procesos “depurativos” o “desintoxicantes”.

 

Se abre la puerta, en suma, a la peligrosa pseudociencia, detrás de la que uno puede encontrarse cualquier cosa: incautos bebiendo agua de mar, irresponsables afirmando que se nutren mirando el sol o caraduras que afirman que la homeopatía es mucho mejor que las vacunas.

 

Me da por pensar , y con esto acabo, que en el catálogo de falacias deberíamos añadir, como derivación del conocido “argumento ad populum”, la falacia “ad youtubitum” (“es verdad porque mucha gente lo ha visto en Youtube”).

P.D. El día 13 de junio de 2018 escribí un artículo en El País que creo que vale la pena leer, relacionado con el azúcar… que no debería haber dejado de consumir el señor Sacha Harland: el de la fruta entera. Ahí va: «¿Por qué no engorda la fruta, si tiene azúcar?«.

 

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