Hace unos días, un atribulado hombre llamó en directo a la sección «Gente Sana» del programa «Gente Despierta» (Radio Nacional de España) para explicarnos que alguien que dice ser nutricionista de la multinacional Naturhouse (de la que no guardo buen recuerdo, como podrán comprobar en este artículo de Teguayco Pinto) le había aconsejado que tomara cuatro o cinco dientes de ajo crudos cada día para adelgazar. Su llamada entró aproximadamente en el minuto 40 del programa que encontrarán aquí. Como es lógico, tras tres meses de mal aliento, no estaba notando efecto alguno. Y eso que además del ajo «me atiborran de pastillas», en palabras del ajado oyente.

Si leen los textos «Complementos dietéticos para perder peso: peor que inútiles» y «Ajo, miel y vitamina C, ¿ayudan a combatir el resfriado?» entenderán que mi opinión sobre las susodichas pastillas es claramente desfavorable. De ahí que no dudase en aconsejar al preocupado señor lo siguiente: «La pastillas las puede tirar a la basura. Todas». En cuanto a lo de tomar ajo crudo para adelgazar, pues no me hizo falta revisar la literatura científica para afirmar que semejante consejo no tiene ni pies ni cabeza: «No sirve para nada tomar ajo crudo», dije. Si creen que fui demasiado tajante les invito a entrar en PubMed y teclear lo siguiente:

«Garlic» [Mesh] AND «Obesity»[Mesh] AND Randomized Controlled Trial[ptyp]

Obtendrán como resultado esta frase: «No items found». Es decir, hoy (4 de febrero de 2017) no hay ningún estudio científico serio publicado sobre el tema…dentro de una base de datos que almacena e indexa más de 26 millones de investigaciones. Es cierto que podríamos ampliar la búsqueda y no utilizar solo descriptores, algo que quizá muestre algún estudio. Si lo encuentran, antes de creérselo a pies juntillas les sugiero que lean esta revisión sistemática de revisiones sistemáticas sobre suplementos alimenticios para la reducción del peso corporal: Obesity (Silver Spring). 2011 Feb;19(2):239-44.

Un cuñado en toda regla contestaría que vale, que no adelgaza, pero que es maravilloso para prevenir enfermedades cardiovasculares. Si es así, háganle leer a su amado familiar este par de estudios, la mar de rigurosos: Cochrane Database Syst Rev. 2012 Aug 15;(8):CD007653 y Nutrition. 2016 Jan;32(1):33-40.

Les explico todo lo anterior porque horas después de emitirse el programa recibí un correo electrónico de un indignado oyente a quien no le parecieron muy bien mis respuestas. Tras el “Muy señor mío” de rigor, el remitente escribió lo que sigue: «Usted decía que era Dietista-Nutricionista, ¿tiene que ver con los Dietistas que conozco, cuyos estudios son FP?». En el contexto de la carta queda claro que está insinuando que no soy quién para hablar de alimentación en la radio. No como quien escribe, que se autodenomina experto en nutrición. El caso es que si antes de escribirme hubiera tecleado «Dietista-Nutricionista» en Google habría ido a parar a la página web del Consejo general de Dietistas-Nutricionistas de España, en la que leemos que «Los dietistas-nutricionistas son profesionales sanitarios con titulación universitaria […] con capacidad para intervenir en la alimentación de una persona o grupo».

Curiosamente, a renglón seguido leemos en el correo lo que sigue: «[…] mi profesión es naturópata». Una «profesión» que no aparece ni por asomo en la Ley 44/2003 de 21 de noviembre de 2003 sobre Ordenación de las Profesiones Sanitarias.

La pura verdad, en todo caso, es que no importa en absoluto la titulación que yo tenga o deje de tener, porque las afirmaciones científicas no se defienden con títulos, sino con pruebas científicas. Pruebas que no encontramos en el correo electrónico del señor naturópata cuando afirma que el ajo presenta un «alto rendimiento en numerosas afecciones, sobre todo estomacales, gonadales, cerebrales, pulmonares, renales, etc. y si le unimos con cebolla, apio y limón el efecto es tan extraordinario que le animo a que puede probarlo [sic]». Lo probaré cuando me presenten revisiones sistemáticas de la literatura científica basadas en ensayos controlados y aleatorizados realizados en humanos que demuestren claros efectos beneficiosos atribuibles al ajo, estadísticamente significativos, clínicamente relevantes, realizados por investigadores que no presenten conflictos de interés, publicados en revistas indexadas y que cuenten con revisión por pares. Si la revista en la que se publica la perla es Cochrane Database of Systematic Reviews, mejor. Mientras tanto, para las citadas afecciones prefiero confiar en gastroenterólogos, urólogos, neurólogos, neumólogos y nefrólogos.

Ah, y si alguien que lee esto piensa “pues a mí me funciona comer ajo”, le invito a leer estos dos textos:

Antes de despedirse, el naturópata me sugirió lo siguiente: «no sea tan concupiscente en sus intervenciones». Esto es nuevo. Me llaman a menudo radical, talibán y piropos similares (compruébenlo aquí), pero es la primera vez que me han dicho que mis intervenciones son concupiscentes. Tanto es así que he acudido a la RAE para ver si es que tengo mal entendido el concepto. Lo define así: «En la moral católica, deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos».

No soy creyente, y juraría que a las pruebas científicas no se les aplica la moral católica sino más bien requisitos como los que encontrarán en este documento en cuya traducción participé en 2014: “Ítems de referencia para publicar Revisiones Sistemáticas y Metaanálisis: La Declaración PRISMA” (Rev Esp Nutr Hum Diet. 2014; 18(3):172-181.).

Llegados a este punto, me pregunto muy seriamente qué tiene que ver que yo afirme que el ajo no es una poción mágica y purificadora con el «deseo de bienes terrenos» o con el «apetito desordenado de placeres deshonestos». Porque sí, tengo deseo de bienes terrenos, desde luego. Deseo, por ejemplo, comprar un piso, algo que mi economía está muy lejos de permitirme. Y también tengo bastante apetito por ciertos placeres, un deseo que afortunadamente comparto con mi mujer…aunque bien pensado ni a ella ni a mí nos parecen desordenados o deshonestos.

En fin, que por más que le doy vueltas, sigo sin ver qué relación guarda cuestionar las supuestas propiedades medicinales del ajo con la concupiscencia. Voy a preparar un sofrito con ajo, apio y limón, a ver si me inspiro (o me curo…).

 

Próximos eventos de Julio Basulto

[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]