Texto originalmente publicado el número 13 de “Estar Bien” (antes “Muy Saludable”) de la revista Muy Interesante, páginas 48-49.

Publicado con autorización.

 

La lactancia materna, la disponibilidad de alimentos en el hogar y el modelo de los padres son determinantes para promover una buena nutrición en niños y adolescentes.

“Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo que tener un piano no lo vuelve pianista”. Con esta conocida reflexión, el publicista Michael Levine trata de hacernos entender que ser padres no pasa por criar de forma irreflexiva, como quien aporrea un piano a la espera de que por puro azar aparezca una preciosa melodía. Al contrario: la paternidad exige una profunda reflexión sobre nuestros actos pasados, presentes y futuros, para evitar pulsar demasiadas teclas equivocadas. Esta reflexión debe extenderse también a los alimentos y bebidas al alcance del niño, dado que una correcta nutrición desempeña un papel fundamental en el desarrollo físico y mental a lo largo de la infancia.

Lactancia materna: determinante en la salud infantil.

En la primera infancia, el factor nutricional que más ha demostrado influir sobre la salud es la lactancia materna, según indicaron en febrero de 2017 el doctor Bart?omiej Mateusz Zalewski y sus colaboradores en Critical reviews in food science and nutrition. De ahí la importancia de proteger la lactancia materna de intereses ajenos a la salud pública, de informar a las futuras madres de forma transparente, de implementar bajas maternales remuneradas y prolongadas y de promover políticas que apoyen la lactancia materna en centros sanitarios, en el lugar de trabajo o en cualquier lugar público. Sin embargo, la salud del niño no se determina solamente en sus tres primeros años de vida, y por ello es necesario evaluar la influencia de otros factores.

Influencia de las prácticas paternas

En el contexto de la familia se gesta, en buena medida, el comportamiento alimentario de los niños. Es, por tanto, necesario evaluar qué aspectos de las prácticas paternas son las que más influirán en dicho comportamiento. Es lo que acaban de evaluar el doctor Andrew Z. H. Yee y su equipo mediante una revisión sistemática de la literatura científica. De su investigación, publicada en la revista International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity, llama poderosamente la atención el resultado principal: “Nuestros resultados indican que la disponibilidad y el ejemplo de los padres muestran las asociaciones más potentes con el consumo tanto de alimentos saludables como insaludables”.

Comida insana: aléjese del alcance del niño.

Al hablar de “disponibilidad de alimentos”, Yee y sus colaboradores hacen referencia a la comida que los adultos ofrecemos o ponemos al alcance del niño. La exposición a alimentos en el hogar, sean o no saludables, es crucial en el desarrollo de las preferencias alimentarias de los menores a largo plazo y por ello resulta determinante que los padres sean quienes escojan qué alimentos hay en casa. Es lo que se conoce como un “control encubierto de la ingesta” (el niño no podrá comer en casa refrescos si no aparecen en la lista de la compra), en contraposición al control explícito (“en la nevera hay refrescos, pero no quiero que los bebas”). En la selección de alimentos resulta muy conveniente que el niño participe y que exponga sus gustos y preferencias, pero la decisión final recaerá sobre los adultos a su cargo. Siempre recordando que obligar al niño a comer o recompensarle por consumir o no consumir un producto no solo es contraproducente (se relaciona con aversiones dietéticas y un peor patrón de alimentación) sino que aumenta el riesgo de que sufra, años después, trastornos del comportamiento alimentario.

Dar ejemplo, el mejor argumento.

Habrá a quien le sorprenda saber que Yee y su equipo han precisado revisar 6.448 estudios para concluir que dar ejemplo es transcendental. Pero lo que hace de la ciencia algo digno de esfuerzo para los investigadores es que toda afirmación sanitaria se sustente en sólidos cimientos. Así, hoy sabemos que los hijos de padres que ingieren un tipo concreto de alimento son más proclives a consumirlo, y que ocurre lo mismo con los alimentos “preferidos” de los padres, aunque no estos no los tomen a menudo: suelen acabar siendo los predilectos de los hijos. En definitiva, además de la lactancia, dos comportamientos paternos predicen en buena medida la dieta infantil: predicar con el ejemplo y tener en casa pocos alimentos insanos y muchos saludables.

 

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