Resulta que como la  Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) de la OMS ha comunicado hace poco que los cárnicos procesados están implicados en el cáncer de colon (hablé de ello aquí y aquí), la industria alimentaria no ha tardado en responder creando mejunjes como el que aparece en la foto que tienen debajo de este escrito. Antes de seguir, insisto: ni el IARC ni el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer (WCRF) tienen claro qué componente de las carnes procesadas es el responsable del incremento del riesgo de cáncer. Sabemos que el riesgo existe, pero no tenemos claro por qué. Lo digo para que cuando la industria alimentaria nos diga que han quitado grasa, sal u otros componentes a sus productos no creamos que ya podemos consumirlos como quien mastica una sandía.

 

Pues bien, hoy hablo brevemente de algo que nos venden como saludable cuando de sano no tiene mucho: las salchichas de surimi 0% materia grasa. Sí, vale, no tiene cárnicos procesados, y no tiene grasa (¿sabía que los frutos secos, que tienen bastante grasa podrían disminuir el riesgo de mortalidad? –JAMA Intern Med. 2015 May;175(5):755-66-) pero este engendro delicioso (por el potenciador de sabor que aparece en los ingredientes) aporta nada menos que 2,4 gramos de sal por cada 100 gramos. Es casi el doble de la cifra que nos señala que estamos ante un producto con “mucha sal”, según el Ministerio de Sanidad. Tienen más información sobre este asunto, y sobre los riesgos del exceso de sal en el texto “El chollo de los palitos de chía”.

 

Un Ministerio, por cierto, que no se arremanga y prohíbe de una santa vez que un alimento se publicite como sano sin serlo. No es complicado, basta que implemente los llamados “perfiles nutricionales”. Es algo que muchos llevamos denunciando hace tiempo, como es el caso del abogado Francisco Ojuelos:

 


Pero aquí hay más atropellos al intelecto (y a la salud), dado que en este mejunje aparece una imagen bien grande de Doraemon, famosísimo personaje de dibujos animados idolatrado por los niños. Lo que nos lleva a hablar del llamado «Código Paos» (Código de Autorregulación de la Publicidad de Alimentos Dirigida a Menores), que consiste en una serie de normas deontológicas que conviene que la industria alimentaria implemente para que la publicidad dirigida a los menores no perjudique a su salud (la de los niños, no la de la industria alimentaria). Lo firmaron en 2005 la inmensa mayoría de empresas que emiten publicidad dirigida a niños, y en él leemos que «La publicidad de alimentos o bebidas en ningún caso explotará la especial confianza de los menores en sus padres, en profesores, o en otras personas, tales como profesionales de programas infantiles, o personajes (reales o ficticios) de películas o series de ficción».

 

No les desvelo ningún secreto si afirmo que este código (que no es una ley, ojo) no se está cumpliendo en España ni por asomo. Una pena, sobre todo si sabemos lo que han confirmado Boyland y colaboradores en una revisión sistemática de la literatura científica publicada en febrero en la revista American Journal of Clinical Nutrition:  la exposición a anuncios de alimentos incrementa la ingesta en niños (Am J Clin Nutr. 2016 Feb;103(2):519-33). Si encima vienen con un regalo (en la foto leemos en mayúsculas la palabra «REGALOS») el efecto es todavía más demoledor. Tal y como expuse en este artículo (ver las dos gráficas “de quesitos”), el exceso de peso en nuestros niños se acerca peligrosamente al 50%, así que creo no es cuestión de tomárselo a broma. Para comer, comida.

 

 

doraemondefinitivo