Texto originalmente publicado, en agosto de 2015, en Espacio Abierto, cuando todavía colaboraba con dicho centro. Publicado con autorización.

Espero que Milan Kundera no pase por aquí para censurarme el haberle fusilado el título de su muy recomendable novela “La insoportable levedad del ser”. Aunque si leyera este texto, lo cual sería un honor, juraría que no le iba a molestar mucho el plagio, como comprenderán en breve.

El caso es que voy a hablar de algo relacionado con la “susceptibilidad del ser”: bastantes mujeres, y no pocos hombres, se ofenden cada vez que escribo sobre la lactancia materna. Lo sé porque no tardan en aparecer sus comentarios en mi correo electrónico o en mis cuentas en Facebook y Twitter.  A veces, dichos comentarios están injustificados, se salen de tono, son desagradables o resultan incluso ofensivos. En tales casos no respondo, aunque me dan ganas de decirles aquello de “perdonen las disculpas y disculpen los perdones”.

Esto no me pasa solo a mí, le ocurre a cualquiera que haga pública una opinión a favor de dar el pecho a los niños. Veamos tres “cualquieras”:

1.- Si ese “cualquiera” asegura que ningún pediatra sobre la Tierra sabe de lactancia materna, pues se merece una reprimenda, porque está faltando gravemente a la verdad. Pero no se la merece, pienso yo, si menciona que los sanitarios no siempre son conscientes de la importancia del amamantamiento. Máxime tratándose de algo que han observado estudios como el publicado en diciembre de 2008 en la revista Archives of Pediatric and Adolescent Medicine, que constató un aumento en el número de pediatras con “opiniones y actitudes negativas en relación a la lactancia”.

2.- Si ese “cualquiera” sostiene que todos los niños que no toman el pecho tendrán una o varias enfermedades, está engañando vilmente. Como expliqué en una entrevista que me hicieron Alba Padró y Maria Berruezo para su blog “Lactapp”, un bebé que toma el biberón puede estar tan sano, o más, que uno que toma el pecho. Pero también apunté que si en vez de comparar la salud de un bebé amamantado con la de uno no amamantado, comparamos miles de niños de pecho con miles de bebés de biberón, por supuesto que constataremos diferencias. Como las que ha observado una investigación recién publicada en Acta paediatrica, titulada “Optimal Breastfeeding Practices and Infant and Child Mortality- A Systematic Review and Meta-analysis” (Prácticas óptimas de lactancia materna y mortalidad de lactantes y niños pequeños. Revisión sistemática y meta-análisis). Traduje un dato importante de dicho estudio en mi cuenta de Facebook, que pueden leer en este enlace.

3.- Por último, si ese “cualquiera” sugiere que las mujeres que no amamantan a sus hijos no son lo suficientemente buenas madres, no solo miente, además comete una deplorable injusticia. Olga Ayllón, quien además de ser mi maravillosa pareja es dietista-nutricionista, utiliza, para abordar este asunto, la siguiente reflexión: definir la bondad de una madre en función de si ha dado o no el pecho a sus hijos es tan absurdo e inadmisible como valorar la inteligencia de un niño según las notas que saca en la escuela. Ni la escuela mide la inteligencia de un niño, ni la lactancia calibra la bondad de una mujer. Es preciso indicar, a todo esto, que en los años en los que Olga ha dado el pecho a sus (y mis) hijas, ha recibido bastantes críticas, algunas procedentes de pediatras a cuya consulta jamás volvimos. Amplié una de dichas críticas en un artículo titulado “Dar la teta no produce osteoporosis, pero puede proteger del cáncer”.

Cuando hablo de los beneficios de la lactancia materna o de los riesgos de la lactancia artificial, jamás digo, insinúo o pienso que una mujer que no da o no ha dado el pecho sea “mala madre”, por la sencilla razón de que no es cierto. Como tampoco lo es que quien indica que el ejercicio físico es fundamental para la salud esté acusando a quien no hace ejercicio (o no puede hacerlo) de ser mala persona. Ni es cierto que cuando alguien señala que tener una mascota es bueno para el estrés, esté declarando que quien no tiene mascota sea un insensible. Ni tampoco es verdad que quien afirme que la alfabetización es importante esté tratando de incultos a quienes no saben leer o escribir. ¿Saben, por cierto, cuáles fueron las primeras palabras que pronunció José Saramago en su discurso de aceptación del Premio Nobel? Tomen nota: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”.

Lo que yo hago, o intento hacer, no es ofender, ni provocar, ni echar sal sobre las heridas. Se llama informar. Algo imprescindible para poder decidir con libertad. Y es que una decisión libre no se puede tomar sin todos los datos sobre la mesa. Un caminante que solo ha recibido información manipulada y tendenciosa a favor de uno de los caminos, y decide viajar por él, no está escogiendo libremente. Es exactamente lo que sucede con millones de mujeres que escogieron dar el biberón a sus hijos: recibieron un bombardeo de información sobre leches artificiales, y solo tímidos comentarios en relación a la lactancia, algunos tan flagrantemente torticeros como el que apareció 2013 en la revista “ferrer kids”. Esta revista, que pertenece a un laboratorio que vende leches artificiales, pero que fue repartida por una enfermera en diciembre de 2013 a los pacientes que esperábamos en la consulta de un pediatra de la seguridad social, tuvo la desfachatez de incluir las “desventajas de la lactancia materna”. Casualmente, se olvidó de citar la larga lista de riesgos de la lactancia artificial. Hablé de tales riesgos, y de la dichosa revista que los omitió, en este enlace.

Tras recibir una mujer información fraudulenta, como la recién citada, ¿escoge libremente  su camino? Muchísimas madres, al conocer a posteriori las características de un camino rotulado con el cartel “lactancia materna” (placer, comodidad, complicidad, contacto, cariño, consuelo, seguridad y, además, salud) se sienten no solo molestas, también engañadas y traicionadas. Es algo a recordar a todo profesional sanitario que no promocione la lactancia materna por miedo a herir la sensibilidad o la susceptibilidad de las mujeres que no amamantan.

No olvidemos que la información relativa a la lactancia materna, salvo en honrosas excepciones (como el libro “Un regalo para toda la vida”, del pediatra Carlos González), es poco accesible y suele estar sesgada por intereses ajenos a la salud pública. Si no me creen, deben saber, según expliqué en el texto “Resistencia nutricional. Pacífica y no armada, pero inmune al desaliento”, que los fabricantes de leche artificial para bebés invierten 150 veces más dinero en publicidad de lo que los gobiernos invierten en la promoción de la lactancia materna. Así que no debería extrañarnos que esté aumentando el número de personas que consideran que las fórmulas infantiles son tan saludables como la leche materna. Y desde luego que no lo son.

Decía hace unas líneas que no creo que a Milan Kundera le molestara mucho el pequeño plagio que he cometido con el título de una de sus obras. Si leen el siguiente fragmento de su novela “La vida está en otra parte”, con el que cierro esta modesta disertación, entenderán por qué:

“La gota de leche que de vez en cuando se depositaba en la piel rugosa del pezón [de la madre] tenía para ella tanta poesía como una gota de rocío; con frecuencia se cogía un pecho y lo apretaba suavemente para contemplar esa gota milagrosa; tomaba la gotita con el índice y la probaba; se decía a sí misma que lo que pretendía era probar el gusto de la bebida con la que se alimentaba su hijo, pero más bien quería saborear su propio cuerpo, y si el gusto de la leche era dulce, aquel sabor la reconciliaba con todos sus otros jugos y secreciones, empezaba a verse sabrosa, su cuerpo le era agradable, positivo y natural como todas las cosas de la naturaleza, como los árboles, como las plantas, como el agua”.

Más textos sobre lactancia materna: http://juliobasulto.com/tag/lactancia-materna/

 

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