Artículo originalmente publicado en el blog de “La Sirena” (colaboré hasta 2015) en abril de 2014.

“Un impacto emocional puede convertirse en una alteración orgánica. El disgusto mata el gusto”. Así comienza un poema titulado “Peligroso enfermo” de la escritora y poeta madrileña Gloria Fuertes, fallecida en 1998. Aparece en su excelente libro “Mujer de verso en pecho” (1995). En noviembre de 2012, casi 20 años después de la publicación de este poema, un estudio científico publicado en “Psychological Medicine” coincide con la hipótesis de Gloria Fuertes.

La investigación, cuya primera firmante es la Dra. Angelina R. Sutin, observó que los síntomas depresivos se asocian con la ganancia de peso (una “alteración orgánica”, como bien definió Gloria Fuertes), algo que es más pronunciado en mujeres. Es cierto que las personas con exceso de peso presentan un mayor riesgo de padecer depresión (en parte por la discriminación que suelen sufrir en diferentes ámbitos –escuela, hogar, lugar de trabajo e incluso en las visitas médicas-), lo que lleva a pensar que la depresión sería una consecuencia de la obesidad. Sin embargo, diversas investigaciones han observado que también sucede al revés: las personas que sufren síntomas depresivos o depresión tienen más posibilidades de ganar peso en exceso con el paso de los años.

¿Tanto nos afectan las emociones?

Sin duda: las emociones pueden regular nuestra ingesta, y viceversa, nuestra ingesta afectará a nuestro estado de ánimo. Tanto es así que en el ámbito científico está aceptado el concepto “hambre emocional”. A diferencia del hambre fisiológica, el hambre emocional es la que nos asalta cuando estamos, por ejemplo, ansiosos o bajos de ánimo. Normalmente se activa como respuesta a emociones negativas, cuando algo amenaza a nuestro ego o cuando estamos angustiados.

Diversas investigaciones asocian a este tipo de hambre con comer en exceso o comer de forma compulsiva. Algo que, además de perjudicar a nuestra salud, incrementa nuestro riesgo de obesidad. La obesidad no siempre es sinónimo de mala salud, según explicó el Dr. Bittor Rodríguez en este texto. Yo mismo detallé en este “rincón”, en octubre de 2013, que un peso normal no significa “salud”.

Emociones positivas: diferentes efectos

Aunque se sabe menos acerca de los efectos de las emociones positivas en nuestra alimentación que de los efectos de las negativas, al parecer también se traducen en un mayor consumo de alimentos. En todo caso, su efecto es menor que lo que sucede con las emociones negativas. Es más, se estima que tendemos a seleccionar alimentos saludables en respuesta a las emociones positivas mientras que cuando somos víctimas de emociones negativas tendemos a comer más alimentos superfluos.

¿Respondemos igual hombres que mujeres?

El género también parece afectar: no responden igual hombres que mujeres ante un mismo estímulo positivo o negativo. Un estudio observó que los hombres comen más que las mujeres cuando viven emociones positivas. En el mismo estudio, las emociones negativas afectaron de igual manera en ambos sexos.

Diferencias en función del peso.

Pero la cosa se complica cuando las investigaciones evalúan cómo responden las personas en función de su peso. Los estudios muestran que las personas con exceso de peso tienden a comer más en respuesta a las emociones negativas que quienes presentan un peso normal. Es más, los individuos con bajo peso parecen comen más cuando viven emociones positivas que cuando sufren las negativas, aunque esto no parece afectar a su peso a largo plazo.

Huir de las emociones negativas.

El estudio antes citado emite una reflexión que vale la pena tener en cuenta: la exposición frecuente a emociones negativas podría traducirse en una ganancia de peso en personas con exceso de peso, y en pérdida de peso en individuos con bajo peso. Las emociones positivas, sin embargo, no muestran relaciones claras con el peso corporal. Una buena razón para dar la espalda a los disgustos y buscar motivos para experimentar la alegría en nuestro paso por el mundo.

Actúa y no pienses…pero pide ayuda sanitaria.

La Universidad de Harvard, publicó el 13 de marzo de 2007 en su Newsletter “HealthBeat” (“latido de salud”), una reflexión la mar de acertada: “Actúa y no pienses para mitigar la depresión”. Se detalla cómo muchas personas con depresión se retiran de las rutinarias actividades y exigencias de la vida diaria para evitar el dolor emocional, y así entran, sin saberlo, en un círculo vicioso. Porque además de alejarse del dolor emocional, su “retiro” se traduce en que también dejan de recibir estímulos positivos, lo que agrava aún más su estado de ánimo. Así, Harvard sugiere que si nos empujamos a nosotros mismos a la acción, es más que probable que experimentemos mejorías. En todo caso, de lo que nadie duda es de que la depresión requiere un abordaje sanitario por especialistas, algo que no puede sustituir una frase, por acertada que sea.

 

Más textos de Julio Basulto en el blog de La Sirena (Colaboré desde mayo de 2010 hasta noviembre de 2015): http://juliobasulto.com/la-sirena-2/

 

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