Texto publicado originalmente en febrero de 2013 en el blog de La Sirena, (cuando todavía colaboraba con dicho blog).

 

Una de las preguntas más peliagudas a la que nos enfrentamos los dietistas-nutricionistas es: ¿cuándo sabemos que un bebé está preparado para comenzar a ofrecerle alimentos distintos a la leche materna? Gran cuestión. Conviene, sin duda, empezar con buen pie el proceso de alimentación de nuestros hijos, para prevenir posibles consecuencias indeseadas.

El periodo en que empezamos a incorporar alimentos de la dieta familiar en la alimentación del bebé, para que acabe comiendo (más o menos) como nosotros, se denomina “periodo de alimentación complementaria”. Oscila aproximadamente entre los seis y los veinticuatro meses de edad. En el libro “Se me hace bola” he osado a definir este periodo como lo que no es. Toma nota:

«El período de alimentación complementaria no es la etapa en la que los padres persiguen a sus hijos con la comida, castigándoles si no se la comen, o regalándoles una pirueta si dan buena cuenta de ella y dejan el plato reluciente».

Pero también he determinado lo que sí es. La definición es un poco larga, pero créeme, es necesario dejar las cosas claras en este resbaladizo tema:

«Etapa en la que los padres, con paciencia, ofrecen a sus hijos alimentos saludables habituales en la dieta de la familia. Se respetarán las señales de hambre y saciedad del niño, así como sus gustos y preferencias. Se incrementará gradualmente la variedad de texturas, sabores, aromas y apariencia, siempre manteniendo la lactancia materna (o artificial) a demanda. Los alimentos se ofrecerán después de la leche materna o artificial».

Todavía no he respondido a la pregunta del enunciado ¿cuándo empiezo? Se aconseja ofrecer alimentos a bebés a partir de (aproximadamente, eso sí) el sexto mes. Las tres características que muestran que un bebé está listo para empezar a comer comida son (Cattaneo A., et al., 2011):

1.- Se sienta con apoyo y mantiene la cabeza erguida.

2.- Coordina ojos, manos y boca para mirar el alimento, cogerlo y ponérselo en la boca.

3.- Puede tragar alimentos sólidos, es decir, no los empuja instintivamente hacia fuera con la lengua para evitar ahogarse. Es el llamado «reflejo de extrusión».

No conviene confundir este «reflejo» con el rechazo de un alimento porque el niño simplemente no quiere comer más de una cucharadita (que para un bebé que empieza a comer es suficiente), o porque no le gusta lo que le ofrecemos (está en su pleno derecho).

Estos tres signos raramente se dan a la vez antes de los seis meses y a partir de entonces es más normal que aparezcan. Es por ello (entre otros motivos) que se fija el sexto mes de vida como el momento ideal para comenzar a ofrecer comida. Pero un bebé es absolutamente normal si a los cinco meses se sienta, sostiene su cabeza, coge un trozo de patata hervida, se la lleva a la boca y se la traga feliz y contento. Tan normal como uno de ocho que no lo hace.

En el libro “Se me hace bola”, como digo, amplío esta divertida cuestión.

 

Nota: Os recuerdo que el próximo 16 de septiembre de 2017 el pediatra Carlos González y yo hablaremos de alimentación infantil en Barcelona (y online -streaming), en un evento denominado «I Jornada de alimentación infantil». Tenéis toda la información aquí: http://juliobasulto.com/i-jornada-alimentacion-infantil-carlos-gonzalez-julio-basulto-presencialonline/

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