Más vale ser pesado que descuidado. Y es que estoy convencido de que no atendería a mis obligaciones deontológicas si no criticase cada cierto tiempo a las peligrosas bebidas «energéticas». Máxime sabiendo que en 2012 sus vendedores facturaron, tan solo en Estados Unidos, la friolera de 12.500 millones de dólares (Front Public Health. 2014 Oct 14;2:134). No he encontrado datos más recientes, pero pueden apostar algo a que el negocio va viento en popa a toda vela, aunque eso signifique poner en riesgo la salud de millones de personas. Como muestra un botón: entre 2006 y 2014, el consumo de estos mejunjes aumentó en el Reino Unido un 155% (BMJ Open. 2016 Oct 8;6(10):e010380). No creo que en nuestro país la situación sea distinta.

En los artículos o entrevistas que detallo al final de este breve texto entenderán por qué pongo entre comillas «energéticas» o por qué no me tiembla el pulso al escribir que son bebidas peligrosas. Hoy simplemente quiero compartir en este blog una imagen que hice el 7 de mayo tras encontrar en el suelo de la calle una lata de «Burn» de medio litro (¡medio litro!). He tardado en traer la imagen al blog por problemas con el servidor, ya solucionados.

burn bebida energetica

Pues bien, en la foto que tienen encima de estas líneas verán que ingerir una de dichas latas equivale a tomarse tres cafés y añadir a cada café cinco sobres de azúcar (de 5 gramos cada uno). Los cálculos para el azúcar los he hecho simplemente leyendo la etiqueta del producto, y en cuanto a la cafeína (160 miligramos en toda la lata) he recurrido a una revisión de Heckman y colaboradores publicada en 2010 (J Food Sci. 2010 Apr;75(3):R77-87).

Ahora imagínense a un niño de, pongamos, 13 años, entrando en un bar, pidiéndose tres cafés, añadiendo a cada uno de ellos cinco sobres de azúcar, y tomándose la mezcla en cuestión en cosa de media hora. ¿Qué efectos cree que tendrá en su sistema nervioso central tanta cafeína de golpe? Eso por no hablar del claro efecto sobre el riesgo de caries y obesidad que generará la desmesurada cantidad de azúcar que acaba de meterse entre pecho y espalda. Lo digo porque la mayoría de quienes consumen estos brebajes tienen entre 10 y 18 años (BMJ Open. 2016 Oct 8;6(10):e010380). Si me conocen sabrán que repito a menudo (insisto: más vale ser pesado que descuidado) un escalofriante dato: casi el 20% de los menores de diez años toma una media de dos litros mensuales de bebidas «energéticas», según datos de 2013 (seguro que hoy el panorama es todavía más desolador). Algo no estamos haciendo bien.

Antes de enumerar los textos en los que amplío lo aquí resumido, y a modo de consuelo, deben saber que el «tuit» que dediqué a este tema en mayo se compartió 1.400 veces y alcanzó a 165.000 personas. Y la entrada que hice Facebook se compartió 503 veces, y alcanzó a más de 88.000 personas. Por si se animan a compartir mis pataletas, aquí les dejo los enlaces:

 


Por último, detallo los artículos prometidos, de más a menos reciente:

  1. Un inesperado incendio llamado ‘bebidas energéticas’ (Artículo para “El País”) (marzo de 2017)
  2. Bebidas energéticas (entrevista para “El Radiador” Radio 4G) (Marzo de 2017)
  3. Bebidas “energéticas” (#GenteSana-#GenteDespierta-RNE, 29 de abril 2016) (abril de 2016)
  4. Red Bull con alcohol y jamacucos (febrero de 2016)
  5. ¿Por qué Suecia vende las “bebidas energéticas” (ejem) en las farmacias? (noviembre de 2014)
  6. Diez perjuicios de las bebidas energéticas en niños (junio de 2013)

 

Posdata (12 de diciembre de 2022): Acabo de publicar un nuevo texto sobre este asunto, titulado «Más bebidas “energéticas”, más daños para la salud poblacional«.

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